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| El universo se muestra como la existencia de un algo eternamente vivo | 2343. Como una conciencia constituye una combinación de pensamientos, facultades y disposiciones que sólo pueden funcionar en virtud de un algo dirigente, se convierte, así pues, aquí en un hecho que este «algo» existe. Y, de acuerdo con los muchos análisis precedentes de este mismo algo, que hemos examinado en nuestro estudio de los análisis cósmicos de la vida, nos es fácil reconocerlo como «el yo» de los seres vivos. Encontramos, por consiguiente, a este algo divino o yo como la causa más profunda de todas las cosas. Es lo único del universo que no existe como un efecto de otra cosa. Es, de esta manera, la única causa absoluta existente para la cual no existe ninguna causa precedente. Constituye, por lo tanto, una causa sin causa. Y este yo o algo divino es absolutamente lo único que no existe como idéntico al movimiento, aparte de que puede originar movimiento. Y en virtud de esto no puede haber comenzado nunca ni nunca puede dejar de existir. Este elemento divino que está presente tras cada creación y está presente en el organismo de cada ser vivo como idéntico a su yo es, así, el absoluto único punto fijo de la vida. En virtud de su inmovilidad es eternamente inmutable. La conexión de este elemento con la conciencia y la materia es igual de eterna, porque si hubiera habido un tiempo en que esta conexión no hubiera existido, este algo no podría estar vivo. Pero, si no pudiera estar vivo, no podría desear ni anhelar. Pero, sin deseos o anhelos, no podría surgir la voluntad. Y sin voluntad, ninguna fuerza podría manifestarse en absoluto. Y sin fuerza, no puede tener lugar ningún movimiento y, con ello, ninguna creación. Y lo que llamamos universo no habría, de esta manera, existido. Como, sin embargo, es un hecho inconmovible que existe con todos sus detalles, procesos creadores y seres vivos, se convierte, así mismo, en un hecho inconmovible que ha existido eternamente como expresión de la existencia de este algo divino. |
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