Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(1939-2395) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

Cuando un organismo macrocósmico se convierte en un universo de muerte para sus microseres habituales  2328. El macroser también puede vivir en su manifestación, tanto mental como física, de modo que su organismo se convierta en una morada para toda clase de enfermedades, dolor y sufrimiento. Esto sucede si en su vida diaria muestra desviaciones de su vida normal y, por ejemplo, consume alcohol, productos de tipo estupefaciente, come alimento desacertado y vive en guerra con sus semejantes y cosas parecidas. En un caso así, el organismo se convierte, de modo correspondiente, en un cataclismo, un día de juicio, no sólo para el propio ser, sino también para los microseres de su organismo. Ahora se podría argumentar que este estado es injusto para los microseres. Pero como en el universo nadie puede hacer injusticia y nadie puede sufrir injusticia, ninguno de estos microseres tampoco padece otro sufrimiento que, precisamente, el que ha originado en su propia vida. Esta regulación tiene lugar a través de su reencarnación. En el organismo de un alcohólico o de un ser de otro modo desviado, las condiciones de vida para la encarnación de los microseres ordinarios, para los que su organismo estaba destinado a ser morada, serán desfavorables. Por consiguiente, no podrán encarnarse aquí. Un organismo defectuoso así sólo puede ofrecer condiciones para microvida primitiva que, hasta cierto grado, puede desarrollarse en el organismo bajo las condiciones desviadas. Por esto, el organismo o cuerpo del ser defectuoso, que tenía que ser una morada sana o un universo para sus microseres, se hunde convirtiéndose en una ruina, en un universo de desiertos estériles y muertos con estancamiento de órganos y vida por todas partes. La microvida ordinaria hace tiempo que ha abandonado este universo, este paisaje lunar y se ha encarnado en otros organismos donde se pueden cumplir las condiciones de vida necesarias para ella. Como este estado defectuoso destruye sus núcleos de talentos para una existencia normal en próximas vidas, este origen puede, en el peor de los casos, aparecer en estas vidas como débil mental, como un ser que no puede valerse por sí mismo y, por consiguiente, tiene que ser atendido y cuidado por otras personas. Imaginen qué universo de muerte tiene que ser un organismo de un ser así de defectuoso para los microseres cuyas condiciones de vida tendría, de lo contrario, que poder satisfacer. No es extraño que aquí sólo se pueda encarnar vida primitiva, que es demasiado débil para que el organismo pueda, por medio de ella, mantenerse en su estado de vida normal y perfecta. Es evidente que un yo, que de esta manera ha llegado a la culminación de la desviación, no puede ser la Divinidad de estos microseres, a pesar de que es el macroser de estos seres. Aquí también vemos que hay otros seres que tienen que ayudar al débil mental, darle alimento, ropa y cobijo, si no tiene que perecer a causa del estado de su destino. Un ser al que hay que ayudar, porque no puede manejar su vida normal, no es una divinidad, sino un juguete de fuerzas incontroladas, a las que se ha atado o se ha dejado atar. Y es aquí donde podemos ver que un macroser no es lo mismo que la Divinidad. La Divinidad es algo absolutamente diferente. Si Dios no existiera como algo que estaba por encima de los macroseres, ¿a quién tendrían que dirigirse, entonces, los microseres con su oración en una situación como la que acabamos de ver en el organismo defectuoso? Dirigir su oración al origen de un organismo así defectuoso carecería de sentido, puesto que este origen tiene que ser ayudado casi al cien por cien por los seres mesocósmicos que lo rodean, es decir, por sus semejantes.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.