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Cuando los microseres sabotean la colaboración que tiene que tener lugar entre ellos y el macroorganismo en el que viven  2325. El universo constituye, por consiguiente, el gran macrocosmos en el que se encuentra toda la vida o todos los seres vivos que, en resumidas cuentas, existen. Pero, cuando somos microcósmicos en este macrocosmos gigantesco u organismo de la Divinidad, es natural que todos nosotros estemos destinados a ser un bienestar o una alegría y bendición para este organismo, exactamente igual que los microseres de nuestro propio organismo están destinados a producir el mismo efecto en nosotros. Donde nuestros microseres no producen este efecto, experimentamos que el organismo enferma y nos causa dolor y sufrimiento, ya sea anímico o corporal. Como todos los microseres de un organismo, sin ninguna excepción, están destinados a ser órganos que colaboran en el mantenimiento del macroorganismo, en su salud y bienestar, éste no podrá cumplir su objetivo donde los seres, conscientemente o no, vayan en contra de esta colaboración y originen manifestaciones de tal índole que saboteen dicha colaboración. Entonces, aquí surge la desarmonía que conocemos como guerra entre los seres. Y donde hay guerra entre los microseres de un organismo, se producen lesiones, muerte y destrucción. Y en estos campos, el organismo no puede entonces darles a los microseres combatientes la salud, el bienestar y la alegría de vivir que está destinado a dar, dado que esta aportación es aquí saboteada por los propios microseres.


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