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La necesidad del principio macrocósmico, microcósmico y mesocósmico para toda la experimentación de la vida  2323. El universo existe, de esta manera, exactamente igual que los seres vivos, es decir, como un algo vivo que crea y piensa. Constituye, al igual que cada uno de los seres nombrados, una combinación de materia en la que tiene lugar creación lógica y, con ello, revelación de conciencia. Y al igual que en cada ser vivo existen seres dentro de seres, y con lo cual cada ser constituye los tres cosmos: mesocosmos, macrocosmos y microcosmos, el universo también aparece como un gran organismo en el que hay seres dentro de seres, y donde hay mesocosmos, macrocosmos y microcosmos. Si el universo no tuviera esta estructura, sería imposible cualquier tipo de vida. ¿Cómo podrían existir plantas, animales y hombres, si alrededor de estas formas de vida no existiera un macrocosmos vivo funcionando de una manera lógica? ¿Y cómo podríamos existir nosotros mismos como seres vivos, si en nuestro interior no existieran microseres vivos trabajando de una manera lógica, en virtud de los cuales las funciones de nuestros órganos pudieran tener lugar? ¿Cómo podrían existir estos seres microcósmicos, si no tuvieran nuestros organismos o los organismos mesocósmicos como macrocosmos? ¿Cómo podría funcionar y estar viva la vida en los organismos de estos pequeños seres, si estos organismos no fueran también macrocosmos para microseres? ¿Cómo podría existir la vida en el universo y, con ello, en los seres vivos si este principio mesocósmico, macrocósmico y microcósmico no existiera hacia arriba, en lo infinitamente grande y hacia abajo, en lo infinitamente pequeño? Todos los seres vivos, son, así, macrocosmos para los seres microcósmicos de los que sus organismos tienen necesariamente que estar formados para poder estar vivos, del mismo modo que ellos mismos tienen necesariamente que ser microseres en un organismo macrocósmico, para que éste pueda ser un instrumento vivo y útil para su origen macrocósmico, aparte de que es indispensable para su propia posibilidad de experimentar la vida. Sin nuestra existencia en un organismo macrocósmico vivo tendríamos que vivir en una «nada» absoluta. ¿Cómo podríamos entonces poder obtener alimento, ropa y cobijo? ¿Cómo podríamos, en resumidas cuentas, obtener material para nuestra percepción y nuestra facultad creadora? ¿Cómo podríamos adquirir experiencias y conocimiento? ¿Cómo podrían surgir apetitos, deseos y anhelos y su satisfacción, si no existiera materia macrocósmica como material de nuestra manifestación y nuestra necesidad de crear y experimentar? ¿Y cómo podría ser la materia macrocósmica material para nuestro experimentar la vida, si no constituyese en sí misma una multitud de estados diversos de movimiento o vibración? ¿Cómo podrían, si no, surgir las reacciones en la materia, que son una condición absoluta para la percepción y, con ello, para toda experimentación de la vida? Pero, ¿cómo puede esta materia ser movimiento o vibración sin ser expresión de vida? El movimiento es el mejor y más infalible signo de la vida, del mismo modo que la quietud e inalterabilidad absolutas son el signo de la muerte.


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