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Cómo las reacciones de la materia se convierten en experiencia y, con ello, en conciencia y vida  2319. Como el mundo físico consta exclusivamente de diversas clases de movimiento y de las reacciones del contacto entre ellas, sólo constituye, de esta manera, por sí mismo una zona totalmente física o material que, a su vez, es lo mismo que una zona carente totalmente de espíritu o conciencia. Para que el ser vivo pueda percibir las reacciones del contacto entre la materia física y la espiritual tiene que existir algo por medio de lo cual estas reacciones puedan ser registradas y experimentadas. Este algo son las facultades sensoriales del ser vivo. Estas facultades forman, por lo tanto, una zona por medio de la cual puede tener lugar «la experimentación de la vida». Sin sentidos no podría tener lugar la conciencia, la experiencia ni la creación. Pero, por medio de los sentidos se origina la experimentación de la vida. Pero los sentidos se basan, a su vez, en un conjunto mesocósmico muy grande de aparatos eléctricos que influye a través de órganos físicos en el organismo físico, cuando tiene lugar «la percepción física». Cuando la percepción se dirige hacia fenómenos espirituales o psíquicos, la percepción es estimulada por medio de órganos espirituales que están, así mismo, conectados con el conjunto de aparatos que forman los sentidos del ser. La forma de percibir o experimentar, con la que el hombre común está más familiarizado, es la física. Consta de la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto. Estas facultades sensoriales, que en su más profunda naturaleza son mesocósmicas, eléctricas, se alojan en materia física, en el organismo físico de los seres y forman, así, los órganos físicos especiales por medio de los cuales puede tener lugar el contacto del ser con los correspondientes objetos de percepción físicos. Dado que estos sentidos tienen órganos de materia física, están en condiciones de reaccionar ante otras materias físicas cuya zona de vibración, o de movimiento, se encuentra dentro de la zona de longitud de onda frente a la cual el especial órgano sensorial está destinado a poder reaccionar. Que una reacción así pueda tener lugar se debe, precisamente, a que el órgano sensorial y la materia que tiene que percibirse tienen un determinado grado, especialmente adaptado, de diferencia en la rapidez de las vibraciones o del movimiento. Y es esta diferencia de vibración entre el órgano sensorial y el objeto de percepción lo que condiciona la reacción que se convierte en experiencia. Pero las reacciones de diversas materias, la una frente a la otra, no dan, en sí mismas, ninguna percepción. Que diversas vibraciones de materias físicas entren en contacto mutuo no le da a ninguna de estas dos materias ninguna experiencia en absoluto. Pero, cuando las materias de los sentidos físicos son influidas por otras materias físicas, se produce una «experiencia» para el origen de los sentidos. Y es aquí donde divisamos la frontera del mundo físico y del espiritual. Y es, así mismo, esta circunstancia la que tiene por efecto nuestra facultad de conocer la diferencia entre «lo vivo» y «lo muerto». Vemos que todas las materias físicas, precisamente en virtud de sus vibraciones diferentes, reaccionan la una frente a la otra, de hecho, una de las sustancias puede, a veces, reaccionar tan fuertemente sobre la otra que se descomponga. A una reacción así la percibimos como una solución química. Pero, en una situación así, no tiene en absoluto lugar ninguna experiencia para ninguna de las dos clases de sustancia o materia. Pero, las reacciones que no crean experiencias están, en sí mismas, sin vida. Pero, cuando la sustancia de los sentidos físicos entra en contacto con la otra materia, no tiene lugar solamente una reacción especialmente adaptada, sino que también tiene lugar una «experiencia» que, a su vez, es lo mismo que conciencia y vida.


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