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(1939-2395) 
 
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Cómo se obtiene un pensamiento perfecto lleno de fuerza  2296. Pero, ¿cómo consiguen los hombres que la fuerza de su pensamiento sea perfecta? ¿No se debe todo tipo de depresión, de desánimo y dolor esencialmente a falta de amor, a falta de comprensión de la manera de ser del prójimo, ya sea mala o buena? El camino a la paz, la salud y la felicidad humana sólo puede, por consiguiente, convertirse en realidad por medio de que los hombres busquen, precisamente, mantenerse mutuamente libres de desánimo, dolor y preocupaciones, temor y sufrimiento. No hay ningún otro camino a la paz verdadera o a la felicidad y alegría del auténtico reino humano que la lucha contra la ira, el odio y la amargura, la envidia y los celos, contra la sensación de martirio en la propia mentalidad, del mismo modo que no hay que olvidar jamás que uno mismo es la causa absoluta y primera de su destino, y que, de este modo, nuestro prójimo no puede jamás, en ninguna situación, ser el verdadero culpable de nuestro paso por la oscuridad. Sin esta actitud hacia el prójimo no habrá jamás paz en la Tierra. No hay que pensar que esta verdadera paz permanente puede surgir y ser mantenida en virtud de armas atómicas u otros aparatos o máquinas para multiplicar la transgresión del quinto mandamiento por los hombres. Se trata, por consiguiente, de comprender que ningún ser puede ser diferente de cómo precisamente es hoy. En el futuro, adquirirá facultades y disposiciones que no tiene hoy, y entonces, en virtud de ellas, será diferente de cómo es en el presente, del mismo modo que hoy es diferente a cómo era en el pasado, debido a facultades y disposiciones que ha adquirido desde entonces. Exigir que un hombre despliegue hoy un amor y una manera de ser que sólo en el futuro tendrá la facultad de desarrollar es claro está, en principio, lo mismo que exigir que levante una piedra que no tiene fuerzas para levantar. Aquí hay que tener verdaderamente en cuenta que está muy lejos de ser cierto que otros, desde el punto de vista mental, pueden levantar las mismas piedras que nosotros podemos levantar. Criticarlos y perseguirlos por esta razón es lo mismo que demoler u oscurecer nuestro propio destino futuro. Debemos examinarnos a nosotros mismos diariamente y ver cómo, en vez de apagar la luz en el pensamiento y la manera de ser de nuestros semejantes con nuestra ignorancia e ingenuidad, podemos ser una antorcha o sol brillante y cálido en su existencia. Sólo así podemos convertirnos en la imagen y semejanza de Dios.


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