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(1939-2395) 
 
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La fuerza del pensamiento es lo mismo que la fuerza vital  2295. La guerra tiene un efecto destructivo y demoledor sobre el pensamiento que constituye la fuerza vital tanto para el alma como para el cuerpo. La guerra o la discordia tanto entre hombre y hombre como entre naciones, pueblos y razas no puede tener lugar sin demoler en sumo grado el coraje de vivir. Donde se muestra con gran fuerza o despliegue, crea no sólo sufrimiento, muerte y ruina, sino también dolor, melancolía, hastío de vivir y suicidio. La fuerza vital tras la experimentación de la vida y manifestación de todos los seres vivos tiene su sede en la fuerza del pensamiento del ser y se desarrolla por medio de la fuerza de este pensamiento. La fuerza del pensamiento es, por su parte, lo mismo que la fuerza eléctrica, magnética por medio de la cual el yo provee a todos sus órganos físicos con fuerza vital y bienestar. La fuerza del pensamiento tiene que producir alegría y crear deseos de vivir. Donde esta fuerza es demolida a causa de la ira, el odio, un destino oscuro o la persecución por parte de otros seres, entonces la fuerza vital del cuerpo y el alma es demolida. La actividad de los átomos y electrones en la conciencia del ser se debilita, y el organismo se paraliza, se hace receptivo para las enfermedades y es devastado por todo tipo de dificultades corporales y mentales que pueden significar una muerte prematura y, en el peor de los casos, varias vidas con deficiencia mental. La fuerza del pensamiento es, de este modo, la fuerza vital tras toda la estructura del universo, tanto del microcosmos como del macrocosmos y mesocosmos. Pero, por lo que respecta a los hombres, es, naturalmente la fuerza de su pensamiento lo que constituye el fundamento de su existencia mesocósmica. Por lo tanto, llegar a tener esta fuerza de pensamiento de una forma perfecta significa para los hombres una fuerza vital perfecta. Llegar a tener esta fuerza de pensamiento sin egoísmo o sin la superstición de que cada hombre tiene que ocuparse de sí mismo, y, en vez de esto, implantar la inalterable verdad de que cada cual tiene que ocuparse de su prójimo significará la salud mental total y, con ello, la abolición de la guerra, las cárceles, las enfermedades y los hospitales.


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