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| Los dolores de parto del reino humano | 2289. Aquí debemos tener en cuenta que, en realidad, el principio animal o mortífero sólo culmina, ciertamente, después de que el animal ha pasado al organismo humano terreno, ya que sólo aquí ha adquirido inteligencia para poder crear armas homicidas y otros recursos para fomentar su naturaleza mortífera y llena de odio, y por medio de la cual se convierte en superior a los demás seres físicos de la Tierra. Pero, sin embargo, aquí no puede considerarse animal en su forma pura, dado que la citada inteligencia forma parte de las facultades y disposiciones humanas y no de las animales. Pero las disposiciones animales, de las que el hombre aún no ha evolucionado o de las que aún no se ha desprendido, son las que llevan al hombre incipiente a usar su incipiente inteligencia humana en el despliegue de sus disposiciones animales y, con ello, en la culminación del principio mortífero. En el reino humano, el principio mortífero no es, en realidad, ninguna condición de vida. Y donde no es una condición de vida, sólo puede ser una transgresión de la ley de la vida o quinto mandamiento: No matarás. Para el animal en su forma pura no puede ser una transgresión así, dado que para este ser esto es, precisamente, una condición de vida, ya que no tiene ninguna otra posibilidad para mantener su existencia. Pero como las facultades superiores citadas, por medio de las cuales el incipiente hombre vence a todos los otros seres vivos con muerte y destrucción, dan lugar a un estado de juicio o a las experiencias de las que, poco a poco, nace la verdadera naturaleza humana o facultad del amor, hay que considerar los efectos del uso de estas facultades humanas a favor del odio y la enemistad, cuyos efectos son lo mismo que lo que denominamos un destino desdichado, como los dolores de parto del reino humano. |
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