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Cuando los hombres cultivan directamente en forma pura el bloqueo de su propia voluntad  2284. Alcanzar esta facultad, de una importancia tan absoluta para el perfeccionamiento de la humanidad, de manifestar la voluntad totalmente perfecta sólo puede tener lugar como un resultado de experiencias y vivencias. La amplitud del libre albedrío del hombre dependerá de lo que haya avanzado en evolución humana, es decir, de lo que haya avanzado en poder usar su voluntad sin matar ni bloquear el libre albedrío normal y el derecho a la vida de otros seres. Sólo el hombre totalmente acabado a imagen y semejanza de Dios ha llegado a tener libre albedrío, dado que es uno con Dios y sólo desea, con toda su vida, con toda su alma, con todo su espíritu y cuerpo, ser una alegría y una bendición para todo lo vivo. Pero los hombres terrenos actuales no han llegado a esto. La mayor parte de ellos suspiran y gimen bajo su voluntad bloqueada. Este bloqueo de la voluntad es fomentado por todo lo que forma parte del concepto «destinos desdichados». En su ignorancia cósmica, los hombres creen en muchos casos que este o aquel prójimo es el culpable del bloqueo de su voluntad o destino desdichado. Creen, por consiguiente, que pueden luchar contra este bloqueo de la voluntad o estado desagradable con la guerra contra su prójimo. De este modo, no comprenden que con esta guerra bloquean el normal uso del libre albedrío de su prójimo. Este bloqueo vuelve de nuevo a quien lo originó como la puesta en marcha del bloqueo de su propio libre albedrío. Así pues, no comprenden que, con la guerra contra su prójimo o con cada forma de manifestación a costa del derecho normal a la vida y a un normal libre albedrío del prójimo, cultivan directamente en forma pura el bloqueo de su propio libre albedrío. Que su vida cotidiana se convierta, así, en un estado de juicio o cataclismo es algo natural. Toda la humanidad de la zona de existencia terrena, física suspira y gime, precisamente hoy, bajo su inconsciente cultivo puro del bloqueo de su propio libre albedrío y el consiguiente destino desdichado. Y las palabras divinas: «Haced vosotros con los demás todo o que deseáis que hagan ellos con vosotros; porque ésta es la ley y los profetas», se convierten, así, en un hecho para el observador evolucionado.


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