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Las variaciones en el destino del ser son los efectos de su libre albedrío  2281. La manera de ser de un ser será, por lo tanto, en todas las situaciones sin excepción idéntica a los efectos del desencadenamiento de su libre albedrío hacia la satisfacción de sus deseos. Como estos efectos son los que, a su vez, constituyen el conjunto de la experiencia de la vida del ser, que, a su vez, es lo mismo que lo que llamamos destino, aquí se ve que las variaciones en el destino del ser son productos del desencadenamiento de su propio libre albedrío. Como el destino tiene, de este modo, su raíz en el principio eterno del hambre y la saciedad, y éste, a su vez, es regulado por el principio del ciclo de espiral, de modo que el principio del hambre y la saciedad del ser pasa de un reino de la espiral al otro, el ser no tiene ninguna influencia en absoluto sobre esto. Su eterno experimentar la vida o destino tiene, por consiguiente, que seguir siendo un movimiento que se repite a lo largo de los seis reinos del ciclo de espiral. Que el ser tenga que pasar estos estadios es una condición existente eternamente para que, en resumidas cuentas, pueda mantener y renovar su facultad eterna de experimentar la vida y, con ello, su inmortalidad. Este estado está, naturalmente, fuera del control de la voluntad del ser. En virtud de su aparición como un principio eterno y su consiguiente análisis como algo que es, es uno con el propio ser vivo. Forma parte de la naturaleza eterna del yo inaccesible para la percepción. Pero el libre albedrío del ser vivo domina, por lo tanto, la zona de las variaciones del principio de la saciedad dentro de los diversos principios del hambre o del deseo de los más altos reinos del ciclo de espiral.


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