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Los ciclos de espiral y el libre albedrío de los seres vivos  2275. Pero que seamos llevados por la Tierra en su órbita y rotación no hace ninguna mella en nuestro libre albedrío, al contrario. Si no fuésemos, precisamente, llevados por la Tierra en su órbita alrededor del Sol no tendríamos ninguna necesidad en absoluto de libre albedrío. Nuestra existencia en la zona física sería imposible. Es, precisamente, este movimiento permanente de la Tierra lo que condiciona que vivamos en un panorama donde podemos desplegar nuestro libre albedrío, mientras no creemos, por medio de manifestaciones erróneas, un destino cuyos efectos durante un tiempo pueden bloquear nuestro propio libre albedrío. La ley del destino condiciona, precisamente, que sólo podamos tener libre albedrío en el mismo grado en que con nuestro propio libre albedrío no bloqueemos el uso normal del libre albedrío de otros seres. Que con nuestra voluntad no podamos determinar el curso de la Tierra ni detener la luz del Sol no se puede calificar como una interferencia en nuestro libre albedrío o una limitación del mismo, dado que estos fenómenos forman parte de un estado de ser completamente diferente, forman parte de otro cosmos, y bajo el cual se condiciona la posibilidad de despliegue de libre albedrío de los seres en cuestión. Cada ciclo de espiral, tanto el que se encuentra debajo de nuestro propio ciclo de espiral como los ciclos de espiral que se encuentran por encima de él, tiene su propia zona o estadio, en el cual sus habitantes pueden desplegar libre albedrío, del mismo modo que, naturalmente, al igual que nuestro propio ciclo de espiral, tienen zonas o estadios menos evolucionados, cuyos seres todavía no están tan evolucionados en su modo de ser que no realicen actos, cuyos efectos bloquean durante un tiempo su libre albedrío. Que el hombre terreno, que en realidad es un habitante electrónico macrocósmico en el electrón macrocósmico que llamamos Tierra, no pueda destruir el núcleo de átomo macrocósmico análogo que conocemos como Sol y, de este modo, no pueda interferir de manera perturbadora en el orden universal existente o someter el universo a su voluntad no sólo puede considerarse como evidente, sino también en sumo grado como divino. Esto se vuelve aún más evidente y fundamental cuando vemos cómo una gran cantidad de hombres de La Tierra hoy suspiran y gimen bajo una esclavitud mental y física, en forma de dolor y sufrimiento, o un destino de juicio final surgido a causa de un uso erróneo del libre albedrío que se les ha dado en su propia zona de existencia. Los principios eternos: X1, X2 y X3 en los seres vivos y la Divinidad que condicionan la vida y el orden universal eterno y, con ello, los ciclos de espiral y la consiguiente renovación permanente de los seres de experimentar la vida eternamente y, así mismo, la inmortalidad resultante, no pueden de ninguna manera existir como un objeto activador de voluntad, dado que son eternamente inmutables y, por lo tanto, en su supremo análisis sólo pueden constituir «algo que es». Condicionan, por consiguiente, el orden universal existente y la experimentación eterna de los seres vivos de su existencia igualmente eterna. Garantizan, así mismo, el libre albedrío o soberanía de los seres en la zona en la que la transformación y, con ello, la creación pueden tener lugar, sin embargo, como ya se ha dicho, sólo hasta tal grado que este libre albedrío no bloquee la manifestación normal del libre albedrío de otros seres.


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