Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(1939-2395) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

El caminar de los seres a través de la oscuridad hacia la luz y la consiguiente forma más elevada de experimentar el destino o la vida  2272. Los seres vivos constituyen dos realidades: los principios eternos que se concentran en «el algo que es» y que constituye el yo, y luego «lo creado», lo material, lo cambiante y, con ello, «lo temporal». Mientras el yo no tiene ninguna influencia sobre los principios eternos, y estos principios tienen, por lo tanto, que seguir existiendo inalterables eternamente, tiene poder sobre lo creado, lo temporal. Y es esta influencia sobre lo temporal lo que constituye su manifestación o creación y despliegue de facultades y, con ello, la experimentación de la vida. Aunque esta experimentación constituye de alguna manera un estado cósmico de transformación sujeto a unas reglas, un movimiento en forma de ciclo a través de diversas esferas de vida y longitudes de onda, el yo tiene hasta cierto grado la facultad y el poder de participar en la variación de su propia experimentación de la vida. Los principios eternos se manifiestan en los seres como deseos y anhelos, como hambre y saciedad. De este modo, los seres, en su manifestación y creación, de acuerdo con los deseos que se repiten eternamente, de acuerdo con el eterno principio de hambre y saciedad eternamente en funcionamiento, llegan a aspirar a la luz y la oscuridad y varían las experiencias de esta luz y oscuridad infinitamente. La experimentación de la vida que hacen los seres se convierte, con ello, en un caminar que se repite eternamente a través de la oscuridad a la luz y a través de la luz a la oscuridad, y así continuando. En virtud de este caminar mental a través de la oscuridad a la luz, la experimentación de la vida del ser en su máxima manifestación se convierte en variaciones de felicidad y bienestar culminantes, bienaventuranza culminante en forma de aspectos de omnipotencia y sabiduría y amor universal, con lo cual este ser brilla y resplandece, es afectuoso y acaricia como imagen y semejanza de Dios. Con esta naturaleza eterna e infinita, los seres vivos generan ellos mismos las variaciones locales en su propio destino que, a su vez, son lo mismo que su sensación o experiencia de desdicha y sufrimientos y que, finalmente, lleva a la más alta experiencia de felicidad y bienestar de la bienaventuranza, del experimentar a Dios como idéntico a la verdad o realidad eterna.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.