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La Divinidad del universo  2270. Los principios eternos precedentes constituyen en sí mismos los detalles eternos, que son idénticos al algo o yo divino en cada ser vivo. Todos los seres vivos tienen en su propia naturaleza el mismo análisis, a saber, lo absolutamente único que pueden tener en esta manifestación y que sólo puede expresarse como «algo que es». Este algo, que, por consiguiente, irradia poder sobre todo lo creado, cuya manifestación visible es el universo o cosmos, es por sí mismo no creado y no podría de ninguna manera serlo. Tiene, por lo tanto, que tener, como ya hemos visto, una existencia eterna. No puede de ninguna manera hacer que él mismo deje de existir. No puede haber nada más allá de este algo, todo está sometido a él. Y este prominente «algo eterno» en forma de todos los yos existentes con su manifiesta omnipotencia y sabiduría y amor universal existe, por consiguiente, como el origen eterno del universo y, con ello, como el único Dios verdadero de todo el espacio y todos los tiempos.


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