Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(1939-2395) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

La inmortalidad de la Divinidad o de los seres vivos no es mantenida por ningún acto de voluntad  2269. Aquí se nos ha dado una última constatación de la situación del destino de la humanidad y de la causa de este destino. Y habiendo encontrado la verdadera causa de toda la oscuridad mental, de todo el presunto «mal», y habiendo visto que dicha situación, el presunto día de «juicio» o «cataclismo», no es una situación que haya surgido en la Tierra por un casual error humano sin fundamento, hemos visto, así, que la raíz o confirmación de esta causa está en algo mucho más profundo que en la mente de los hombres. Así sabemos que esta situación es la manifestación de un principio eterno, cuya misión en el ciclo divino de espiral de la vida es necesaria para que pueda tener lugar el mantenimiento o renovación de la facultad eterna de los seres de experimentar la vida. Esta situación de día de juicio constituye, de este modo, un principio que se repite, del mismo modo que verano e invierno, día y noche, frío y calor, siembra y cosecha, infancia y juventud, madurez y vejez, etc. Nadie puede hacer nada ante el hecho de que existe el día y la noche, el verano y el invierno, como tampoco puede hacer nada ante el hecho de mostrarse como joven o viejo, como niño o adulto. Todos estos fenómenos son una manifestación de los principios eternos que constituye el fundamento eterno del universo. Esta combinación eterna de estos principios eternos del universo o cosmos está totalmente fuera de la zona de la voluntad o el poder de lo seres vivos. Es este estado el que garantiza la eterna experimentación de la vida de todos los seres vivos. Son estos principios los que constituyen la vida eterna. Sin ellos no habría ninguna conciencia, ninguna vida, ningún universo. Sólo un algo eternamente existente seguiría existiendo, pero ignoraría totalmente su existencia eterna y, con ello, carecería totalmente de vida. Los seres vivos sólo pueden variar su eterna experimentación de la vida por medio del ámbito de su voluntad y poder. De ninguna manera pueden ponerla en marcha ni interrumpirla. Es totalmente imparable, eternamente en actividad en cada ser vivo, independientemente de que forme parte del microcosmos, macrocosmos o mesocosmos, de tal modo que lo mismo también está en vigor para la propia Divinidad. Su conciencia o experimentación de la vida está, así mismo, naturalmente enraizada en una combinación de los principios eternos, sobre los cuales ningún ámbito de poder ni ninguna voluntad en absoluto pueden tener influencia. Esta combinación no es nada creado y no se mantiene por el mandato de ninguna voluntad o poder. Su existencia está, con ello, por encima de cada principio y fin y, por lo tanto, es eterna y, conforme a esto, una inalterable garantía de la inmortalidad o eterna experimentación de la vida de la Divinidad y los seres vivos.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.