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(1939-2395) 
 
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Cuando se persigue y castiga a seres que, según su estadio evolutivo, son como necesariamente deben ser  2227. Del mismo modo que cada hombre normal ha nacido con los sentidos físicos, su facultad de ver, oír, etc., cada hombre también tiene un cierto estándar innato de sentido humano o amor al prójimo y la moral que de modo correspondiente está caracterizada por él. Pero el desarrollo de esta facultad a través del estadio A, B y C tiene lugar a lo largo de una dimensión de tiempo que se extiende a lo largo de muchas vidas terrenas, en contraposición con las habilidades más de tipo artístico, cuyo desarrollo a través de dichos estadios sólo necesita una vida terrena. Por esto, el grado de esta facultad humana no puede modificarse con educación, estudio, coacción ni castigo. La educación puede con brutalidad y dureza mental obligar a los niños a actuar de acuerdo con los puntos de vista y la voluntad de sus educadores, que por lo general se basan en el modo de ver y el comportamiento general de la sociedad. Pero, donde esta voluntad obliga a los niños a un modo de ser para el que no están evolucionados y que, por lo tanto, está por encima de su especial estadio evolutivo, este modo de ser es menospreciado por los niños en cuestión y, en ciertos casos, incluso odiado. Y más tarde o temprano estos niños como «la oveja negra de la familia» la abandonarán y seguirán un modo de ver las cosas surgido del estadio de evolución en que, precisamente, se encuentran y que, por consiguiente, para ellos es natural al cien por cien. Si, con respecto a la evolución, este modo de ver las cosas se encuentra muy por debajo del modo en que la sociedad concibe el humanitarismo o la moral, estos niños entran más tarde o temprano en colisión con la moral de esta sociedad, son castigados como «delincuentes» y entran en la máquina judicial, tan perjudicial para su mentalidad y psique, que a menudo no tiene otro recurso que el castigo y el encarcelamiento con los consiguientes desdichados y destructivos efectos para el estado anímico o mental de los seres en cuestión. Se persigue y castiga a tales seres, porque, en realidad, han sido tal como, según su estadio evolutivo, nacieron para ser y, por lo tanto, es imposible que fueran distintos sin encarcelamiento y amaestramiento. Imaginen, ¿y si se castigase y encarcelase a los presuntos hombres «honrados» del mismo modo, porque así mismo han sido como su innato estadio evolutivo condicionaba que fueran? Ningún ser puede de ninguna manera experimentar como perfectamente natural lo que diverge de lo que, según su estadio evolutivo y sentidos innatos, ha recibido la facultad de experimentar como natural o normal. Aquí no sirve de nada el castigo ni la educación. Estos fenómenos pueden, como máximo, tener por efecto adiestramiento, o sea, un comportamiento forzado, pero ninguna transformación anímica en absoluto. La transformación anímica necesaria, para que un ser pueda dejar su actual estadio evolutivo y pase a formar parte de un estadio más elevado y encuentre el modo de ser de este estadio natural, sólo puede crearse por medio de evolución y no con ninguna otra cosa.


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