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La verdadera facultad de humanitarismo o amor al prójimo surge automáticamente en virtud de las experiencias de sufrimiento  2226. A pesar de que pronto habrán pasado dos mil años desde que el cristianismo fue revelado, los hombres todavía están en su primer incipiente comienzo por lo que respecta la práctica de sus ideales. Un gran tanto por ciento de hombres todavía siguen estando poco más o menos inmersos en el paganismo o dominio de la vieja religión del Valhala, naturalmente no de nombre, sino, al contrario, por modo de ser, sin ser, sin embargo, conscientes de ello. Además de un sinfín de rencillas y guerras entre hombre y hombre, la Tierra ha estado envuelta en dos grandes matanzas en forma de guerras mundiales. Millones de hombres han sido atormentados en campos de concentración, han sido torturados en cámaras de tortura y muertos en cámaras de gas y en campos de batalla, a pesar de que, como ya hemos dicho, casi han pasado veinte centurias desde que la pura revelación del cristianismo pasó a formar parte de la esfera mental de los hombres en la Tierra. La evolución del sentido humano y, por consiguiente, del amor al prójimo no va a la velocidad del rayo. La facultad de perdonar, la facultad de preferir sufrir uno mismo antes de que otros sufran, la facultad de poner la espada en la vaina antes de hacer la guerra, de desear llevar uno mismo sus cargas antes de que otros tengan que llevarlas, o dicho en pocas palabras, amar a Dios y, por consiguiente, al mundo sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo no es nada que pueda aprenderse en escuelas, universidades o centros docentes, tal como se pueden aprender habilidades físicas materiales. Se puede aprender a contar, a escribir, hasta cierta medida se puede aprender a dibujar, pintar y modelar, se pueden aprender idiomas, se pueden, así mismo, adquirir hasta cierta medida habilidades en música, y en otros muchos campos del ámbito de creación humana se puede aprender por medio de la inteligencia. Pero el verdadero auténtico sentido humano o facultad de amor al prójimo no es un asunto de inteligencia y, por lo tanto, no puede aprenderse. Un hombre puede, de esta manera, tener una inteligencia relevante, pero casi ningún amor al prójimo, del mismo modo que puede tener un amor al prójimo muy relevante sin tener una inteligencia relevante. El sentido humano o facultad de amor al prójimo no surge por medio de ejercicios como todas las habilidades técnicas, físicas. Surge única y exclusivamente a través de un largo proceso de evolución, del mismo modo que el proceso por medio del cual ha surgido, por ejemplo, nuestra vista, nuestro oído, nuestro olfato y gusto físico y otros de los sentidos fundamentales. Estos sentidos no son el resultado de un acto de voluntad, como, por ejemplo, las habilidades técnicas del hombre, la rutina ensayada de un artista en alguna prestación artística físico-técnica. Tales prestaciones son exclusivamente resultados de ensayo o entreno consciente, basado en un acto de voluntad permanente. Pero el sentido humano o la facultad del hombre de ayudar a sus semejantes que se encuentran en una necesidad, la facultad de, como ya hemos dicho, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, no puede ser fomentada con un simple acto de voluntad ni por medio de ningún estudio ni ningún entreno como una prestación artística, de manera análoga a las habilidades que dan a quien las ha adquirido sustento en un circo, o a las que hacen de quienes las han adquirido expertos en creación material, ingenieros o especialistas en una determinada área de producción industrial. Así pues, uno no se puede convertir en ingeniero o experto en verdadero amor al prójimo por medio de ningún estudio, de ningún acto de voluntad ni entreno. La facultad de amor al prójimo crece automáticamente en cada hombre totalmente fuera del control de su voluntad. Es, al igual que las otras facultades sensoriales, un producto químico-cósmico que se desarrolla automáticamente a partir de las experiencias del destino del ser. Porque con respecto a la facultad del amor al prójimo, sucede que las experiencias de sufrimiento crean la base de su nacimiento y desarrollo.


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