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La incipiente descomposición de las religiones mortíferas en forma de «remordimientos de conciencia»  2224. Para poder subrayar todavía más lo dicho como un hecho o una realidad debemos recordar aquí lo que ya sabemos, que todos los seres vivos sin excepción son seres eternos, aunque están sometidos a un reemplazo permanente de los cuerpos físicos u organismos, la denominada «reencarnación». Todos los seres de la Tierra tienen, por consiguiente, una época de vida antes de la época que, en la Biblia, comienza con la historia de la creación. Esta historia de la creación no está destinada a ser una documentación científica de los grandes hechos cósmicos que la propia estructura de la vida constituye para el observador evolucionado o iniciado. Esta historia de la creación está, al contrario, redactada como una simbolización o explicación por medio de parábolas de los hechos mencionados. Se le ha dado a la humanidad durante su paso por un estadio evolutivo especialmente particular y, por consiguiente, tenía que manifestarse de una forma que pudiera ser aceptada o comprendida por medio de la especial constelación de sentidos de los hombres en el estadio evolutivo citado. La constelación de sentidos que tenían los hombres, a los que les fue dada la historia de la creación, era, en muy alto grado, una combinación de un sentido del instinto muy amplio y una facultad de la inteligencia muy elemental. En estos seres, el instinto de conservación animal y, con ello, el propio interés o egoísmo todavía era lo que dirigía su mentalidad y modo de ser. Por medio de la incipiente inteligencia, este campo podía ser adicionalmente respaldado y forzado. Los hombres se convirtieron así, rápidamente, en superiores a los animales, y la facultad de la inteligencia también dio lugar a una rivalidad o guerra mutua entre los hombres acerca de los bienes. El más inteligente utilizó al menos inteligente. Esta guerra de los hombres contra los hombres dio lugar a terribles derramamientos de sangre y refinados sufrimientos, con los que los hombres se ensuciaban mutuamente. Pero estos sufrimientos y relaciones asesinas produjeron, a su vez, en los seres una incipiente facultad nueva, a saber, el sentido humano o las disposiciones para la simpatía. Este sentido o estas disposiciones se manifestaron en que los seres a veces tenían escrúpulos cuando, en un grado demasiado grande, debido a su superioridad habían matado y sometido a otros hombres, los habían hecho esclavos o siervos, les habían robado sus propiedades y bienes. La moral del Valhala que aquí dominaba, «cada cual que piense en sí mismo» o «el derecho del más fuerte» comenzó a tambalearse en algunos seres. En ciertas situaciones «no tenían corazón» para aprovecharse de su superioridad, no tenían corazón para matar y, de este modo, entraban en conflicto con la moral mortífera del Valhala, que ordenaba a los seres muerte y asesinato, que, claro está, era el camino al paraíso de esta religión sangrienta. Entonces comenzó a surgir en la religión de estos hombres lo que llamamos «remordimientos de conciencia».


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