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El ser materialista y el límite de su conocimiento  2205. Como hemos visto en lo que antecede, el disfrute del árbol de la ciencia no da lugar a una muerte absoluta, sino, al contrario, a un estado en el que el ser está separado de Dios, es decir, que con su conciencia diurna no tiene ningún contacto interior con los hechos eternos, no tiene conciencia de Dios y de su propia estructura psíquica interior eterna. Está tan concentrado en pesos y medidas, espacio y tiempo que le es imposible percibir o entender el fundamento de su vida, la realidad eterna que existe más allá del mundo en las dimensiones de espacio y tiempo. Rechaza cualquier pensamiento o alusión a que tuviera que existir un fundamento así, una realidad así. Sólo puede interpretar cada idea sobre la existencia de una providencia, cada idea que acepta la inmortalidad de los seres y la reencarnación, cada idea que acepta a los seres como el origen de su propio destino como expresión de ingenuidad y superstición. De hecho, en el peor de los casos incluso se burlará y mofará de los seres que se adhieren a estas ideas. Y aquí tenemos la verdad en las palabras de Jesús: «El necio camina confiado donde los ángeles no se atreven a pisar»,* y así mismo donde dice: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá». El ser totalmente materialista, que sólo acepta resultados de pesos y medidas, es decir, la ciencia puramente materialista, y niega cualquier forma de conocimiento y aceptación de la causa eterna de las dimensiones de espacio y tiempo, no comprende que con esta negación revela que, precisamente él, está sujeto a la ingenuidad y superstición a las que piensa que el hombre religioso o con una actitud espiritual está sujeto. No comprende que el conocimiento altamente materialista que posee es únicamente un conocimiento sobre una sola cosa, a saber, «movimiento». Todo el mundo físico sólo constituye un océano de diversas clases de movimiento. Ya veamos sustancias sólidas, líquidas o gaseosas, o veamos la gran variedad de organismos de los seres vivos, o veamos colores, luz y oscuridad o sonidos, música, palabras y canciones, todos estos fenómenos sólo son, en realidad, tipos físicos de movimiento o vibración organizados, controlados y dirigidos a través de trayectorias útiles por un poder oculto. Absolutamente todo lo que existe como materia física, totalmente independiente de la forma en que esta materia se presente, ha surgido de este poder oculto.
 
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* Esta frase no es de Jesús, sino de Alexander Pope (1688-1744) en «Essay on Criticism».


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