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«El disfrute del árbol de la ciencia» y la consiguiente «muerte»  2204. La facultad de la inteligencia no cambia, así, el principio animal del hombre. Le da simplemente la posibilidad de poder ampliar este principio mortífero de la vida a formas gigantescas de sabotaje de la vida. El camino a seguir por el ser con su incipiente inteligencia se convirtió, por consiguiente, en una marcha por baños de sangre, mutilaciones, estertor de muerte, hambre y ruina, día de juicio o cataclismo. Su vida se convirtió en una marcha por el dominio de la muerte, tanto dentro como fuera de sí mismo. Las palabras de Dios a Adán y Eva sobre la conexión de la muerte con «el disfrute del árbol de la ciencia» se ha convertido aquí en realidad. «El árbol de la ciencia» es, precisamente, lo mismo que la facultad de la inteligencia. El fruto de la inteligencia es puro, frío conocimiento materialista sobre pesos y medidas, volumen, espacio y tiempo, longitudes de onda, etc. Este conocimiento no revela nada sobre lo verdaderamente vivo. Sólo es un conocimiento sobre la sustancia que, a su vez, en su análisis es lo mismo que movimiento. El conocimiento materialista sólo puede proporcionar conocimiento sobre las sustancias o el movimiento y las consiguientes reacciones de la materia. Pero, como, en una creación lógica, las reacciones de la materia y sus combinaciones sólo pueden tener lugar en virtud de algo que está vivo, algo que no es idéntico al movimiento, sino que es el origen vivo del movimiento y de la creación manifestada a través de él, este origen no puede experimentarse a través del «disfrute del árbol de la ciencia». Lo que se experimenta a través de la inteligencia fría, concisa sólo es, por consiguiente, «lo creado», o sea, «lo muerto» y no «lo vivo» que es el origen de «lo creado». El disfrute del árbol de la ciencia sólo puede, de este modo, dar únicamente conocimiento sobre el movimiento, la sustancia o las reacciones de las sustancias, lo creado, lo muerto, fenómenos que son lo mismo que materialismo y más materialismo. Únicamente por el camino de esta inteligencia, el ser jamás puede adquirir conciencia de otra cosa que de lo temporal, lo perecedero. La experiencia de la eternidad o la propia existencia de la naturaleza más alta o yo y de la eterna experimentación de la vida de uno será totalmente imposible con este conocimiento. El ser en este estado tiene, por consiguiente, que ser totalmente materialista y, con ello, creerse idéntico a lo creado, a lo producido, a lo muerto. Y, así, la conciencia sobre lo divino, «lo verdaderamente vivo» o la solución del misterio de la vida está totalmente excluida del disfrute del árbol de la ciencia. El disfrute del árbol de la ciencia estimula, así, en primer lugar la muerte cósmica: la separación del ser de Dios. De este modo, la expresión bíblica sobre «la muerte», que es una consecuencia del «disfrute del árbol de la ciencia», se convierte en una verdad inalterable.


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