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El dominio de la inteligencia del hombre por el instinto de conservación animal ha convertido a este ser en el mayor asesino de la Tierra  2202. Que los hombres hayan estado en condiciones de crear tales máquinas de asesinato y aparatos de muerte geniales, sobredimensionados, además de otros descubrimientos también geniales, ya sea para usarlos con propósitos egoístas o altruistas, revela que, ciertamente, todavía tienen en ellos la base psíquica animal o el instinto de conservación animal que sólo puede imponerse por medio del principio «que cada cual piense en sí mismo», pero la facultad para crear estas armas y estos aparatos geniales así como su manejo revela simultáneamente que el hombre aquí tiene un campo de conciencia en su psique que no es animal. El conocimiento y talento técnico, de los cuales estas creaciones ingeniosas, ya sean para uso asesino o dador de vida, es, por consiguiente, un resultado de la facultad de la inteligencia. Si observamos la mentalidad, el conocimiento y el talento de los hombres primitivos y de los hombres civilizados, vemos fácilmente aquí que la superioridad de los hombres civilizados en relación con la de los hombres primitivos se debe exclusivamente al desarrollo de la facultad de la inteligencia en los primeros seres. Es, así pues, el desarrollo de la facultad de la inteligencia lo que ha puesto a los hombres en condiciones de pasar de sólo defenderse con hachas de piedra, arcos y flechas a poder defenderse hoy por medio de las fuerzas de la propia naturaleza, fuerzas que son millares de veces más efectivas y portadoras de resultados que el hacha de silex, los arcos y las flechas. Por maravillosa que sea esta facultad, por sí misma no ha estado en condiciones de transformar el instinto de conservación del hombre, heredado del animal. Por medio de la inteligencia, los hombres han hecho, al contrario, que la facultad de defensa y ataque de este instinto de conservación crezca de manera gigantesca. Destruyen ciudades millonarias con su multitud de hombres, valores culturales y condiciones de vida. Ya no siguen siendo, así, animales en su forma pura. Por lo que respecta al conocimiento y el talento para la creación material se han convertido en más semejantes a Dios que el animal, sin ser, no obstante, el objetivo o resultado final determinado de la evolución, a saber: «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Este gigantesco desarrollo del campo del principio animal o mortífero en la mentalidad del ser es, por consiguiente, una primera fase o etapa de la transformación por Dios del «animal» en «hombre». Es una fase de un amoroso plan divino. La hemos seguido desde abajo, desde la facultad del hombre primitivo de crear instrumentos de silex y hasta el dominio de millones y millones de caballos de fuerza de la naturaleza por el hombre civilizado. Y hemos visto que ha convertido al hombre en un ser que está totalmente por encima del estadio del animal en conocimiento y facultad creadora, y en virtud de los cuales se ha convertido en superior a todos los demás seres de la Tierra y a ciertas zonas de los grandes dominios de la naturaleza. Se ha convertido en el mayor asesino de la Tierra.


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