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Por qué la solución del misterio de la vida o «punto fijo» del universo no puede experimentarse por medio de la investigación material  2187. Como resultado de que cada una de las supraconciencias y cada uno de los yos de los seres vivos constituyen un punto fijo absoluto y, conjuntamente, constituyen «el punto fijo» del universo, tanto el punto fijo de cada ser como el punto fijo del universo, que en sí mismo implica inmovilidad absoluta y, con ello, silencio absoluto, son totalmente inaccesibles a la investigación por caminos materialistas. No pueden medirse ni pesarse. Dado que, como se ha mencionado, en sí mismos son quietud absoluta, es imposible que reaccionen ante ninguna energía o influencia, del mismo modo que igualmente son totalmente incapaces de influir ellos mismos sobre algo. Aquí no sirve de nada tener microscopios y microscopios electrónicos, o tener telescopios, porque «los puntos fijos» mencionados no son microscópicos ni gigantescos. En virtud de su quietud total, de su falta total de movimiento o vibración, se encuentran en un estado que no tiene ningún paralelo en el universo. Constituyen «algo» que existe como un hecho, pero está eternamente «no manifestado». Y constituyen, precisamente, lo absolutamente único que puede estar no manifestado, porque es imposible que sean otra cosa. Como por sí mismos son quietud total, no constituyen ninguna reacción que pueda influir sobre los sentidos o instrumentos de medición. Como no existe ninguna forma de manifestación que en sí misma no sea idéntica a movimiento o vibración, una manifestación no puede, de este modo, ser el origen de sí misma, sino que siempre será, inevitable o inalterablemente un producto, por medio del cual «algo» se manifiesta o da a conocer. Este «algo» es, así, el origen de la manifestación. Pero, al ser el origen de la manifestación, su propia existencia no depende de la manifestación. Existe por sí misma sin ella. La expresión de esta existencia depende, al contrario, exclusivamente de la manifestación. Como manifestación es creación, también presenciamos aquí que el ser vivo constituye dos análisis inalterables: «el creador» y «lo creado». Pero este análisis concuerda exactamente con la sensación o experiencia que cada hombre tiene de sí mismo. No puede evitar percibirse a sí mismo como el origen de su manifestación y, con ello, de su voluntad, su modo de ser y de los demás fenómenos que crea. La zona de los seres vivos que constituye su yo y supraconciencia con sus ramificaciones en dirección descendente en su subconciencia está fuera de toda percepción. Sólo puede conocerse por medio de sentidos regulados cósmicamente, es decir, una combinación perfecta de sentimiento intelectualizado y una intuición, no sólo por momentos, sino absolutamente continua o permanente. Esta forma de percepción constituye la única y absoluta posibilidad de experimentar por uno mismo su propia e íntima estructura mesocósmica, eterna y, con ello, tener acceso a la propia experimentación del «punto fijo» o causa primera del universo.


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