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El yo y la supraconciencia del ser como eternamente existentes tras sus encarnaciones cambiantes  2185. Poco a poco, hemos empezado a conocer la estructura del núcleo más profundo o supraconciencia del ser. Sabemos que está de manera inseparable conectada con el yo y, de este modo, es eternamente una con él. Como hemos visto, la supraconciencia se compone, entre otras cosas, de un órgano igual de eterno, a saber, el elemento de destino con los núcleos de talentos para toda la evolución e inteligencia, las facultades y disposiciones que el ser, hasta el momento presente, se ha adjudicado a través de las encarnaciones. Por medio de estos núcleos de talentos, que, en principio, son lo mismo que semillas de plantas, las facultades y disposiciones, que como energía solidificada está depositada en ellos, pueden sobrevivir la destrucción del organismo físico y, nuevamente, salir de su estado solidificado, desplegarse, convertirse en la fuerza en la construcción de su nuevo organismo, y aquí, cuando las condiciones físicas y psíquicas exteriores están presentes para ello, estimular las facultades y disposiciones que ha adquirido en encarnaciones anteriores. La supraconciencia aparece aquí como siempre existente tras las diversas encarnaciones del ser en materia física. Constituye una parte totalmente inalterable del ser vivo. No es un producto de creación y, por consiguiente, no puede haber comenzado nunca, del mismo modo que tampoco puede dejar de existir nunca, ya que en sí misma es silencio o quietud absoluta. Lo único movible en su zona es el paso de los núcleos de talentos entrando y saliendo del elemento de destino y sus zonas fronterizas, que la conectan con la subconciencia o conciencia nocturna y conciencia diurna del ser y, con ello, su vinculación con la experimentación y manifestación del ser.


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