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Un hambre y una sed que no pueden ser saciadas ni satisfechas  2162. Los deseos no naturales exigen satisfacción, sin que esta satisfacción pueda jamás alcanzarse. Cuando el ser poco a poco ha cultivado estos deseos hasta tal punto que se han vuelto exigencias orgánicas automáticas, de modo semejante a la necesidad natural o normal de comida o bebida, comienza una crisis anímica muy grave que, si no es detenida, lleva al ser al abismo. Mientras el consumo de alimento normal: comida y bebida, sacia o satisface el hambre y la sed naturales por un tiempo, el consumo de sustancias venenosas no satisface en absoluto los deseos de consumo no natural, el hambre y la sed no naturales. Esta hambre se vuelve, al contrario, más fuerte cuanto más se consuman las sustancias tóxicas, nocivas de las que se ha hecho estimulantes. Si se ha cultivado la sed de licores o bebidas alcohólicas, esta sed no se apaga, por mucho que se ingiera de estos líquidos tóxicos. Por lo tanto, si se tiene oportunidad de ello, se sigue bebiendo hasta que se está embriagado o, en el peor de los casos, se está tan aturdido por el veneno que no se puede percibir ni pensar normalmente. La saciedad o satisfacción que da el consumo del alimento natural, comida y bebida, no se presenta en absoluto con el consumo de las peligrosas sustancias tóxicas que los hombres, en su forma de vida todavía muy poco intelectual, se han acostumbrado a ingerir como estimulantes.


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