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Una conducción errónea de la voluntad crea cortocircuitos en el sistema eléctrico, mesocósmico del ser  2161. Como las dos clases de impulsos mencionados, tanto los que entran como los que salen de la conciencia, son eléctricos, en determinadas situaciones pueden ser objeto de un cortocircuito. Debido a ello, surge una desarmonía en la experiencia. Los cortocircuitos pueden ser de una naturaleza tan grave que la conciencia física es, en su mayor parte, objeto de un cortocircuito. Este cortocircuito se muestra como enfermedad mental y, en el peor de los casos, como deficiencia mental total. Los impulsos sensoriales entran en vías erróneas y aquí producen trastornos, paralización e incapacidad en el pensamiento y la voluntad del ser y, por consiguiente, en su comportamiento. Todos los mayores o menores trastornos y anomalías mentales son, en su análisis más profundo, mayores o menores cortocircuitos y desviaciones, fugas o conducción errónea de los impulsos eléctricos mesocósmicos en el sistema eléctrico mesocósmico del ser. Las desviaciones o conducciones erróneas de los impulsos surgen a causa de una intervención habitual, errónea en la conducción de importancia vital, normal, automática de los impulsos. Un hombre se habitúa, por ejemplo, al consumo de alcohol, de tabaco, de drogas, se habitúa a una alimentación errónea, a alimentos, comida y bebida, erróneos, se acostumbra a un disfrute sexual anormal, a las perversiones, el sadismo u otras formas de conducta emocional anormal. En cualquier caso, un ser se abandona a tales anormalidades interviniendo, al principio, de una manera bastante inocente con su voluntad en los impulsos sensoriales o mentales. Pero como estos impulsos sensoriales o mentales son lo mismo que impulsos eléctricos normales, la intervención permanente, errónea voluntaria sobre estos impulsos es lo mismo que una intervención en los impulsos sensoriales eléctricos normales. Pero, una intervención anormal o errónea aquí sólo puede dar directamente como resultado un cortocircuito o conducción errónea de los impulsos vitales normales. Esta intervención permanente, errónea, voluntaria sobre los impulsos eléctricos normales, que crean la base del estado normal de pensamiento del ser, poco a poco se va convirtiendo, casi imperceptiblemente, en hábito y, al igual que cualquier otra conducción de pensamiento y voluntad, en un talento, en una disposición que funciona automáticamente. Los deseos o exigencias no naturales, que dieron lugar a esta conducción voluntaria errónea por el ser de sus impulsos eléctricos, se convierten directamente en un deseo orgánico, un hambre y una sed que se presentan automáticamente en el ser, exactamente igual que el hambre y la sed naturales. Pero, mientras la satisfacción de las exigencias orgánicas normales estimula la salud normal, que condiciona la vida, y la facultad de rendimiento total del organismo físico, los deseos no naturales que se han cultivado son destructivos para el sistema eléctrico del ser, es decir, para la estructura de la conciencia o anímica.


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