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Por qué la causa de la creación del universo se ha expresado con el concepto eterno «El espíritu de Dios planeaba sobre las aguas»  2143. Espíritu es, de este modo, lo mismo que materia psíquica. Pero la materia psíquica impregna la materia física como fuerza. Y es la presencia de esta fuerza en la materia física lo que da lugar a su naturaleza y facultad de reaccionar. Esta fuerza es la vitamina o el producto alimenticio más verdadero en la comida que tomamos y que al ser introducido en la materia de nuestro organismo físico le da nueva vida, con lo cual puede mantenerse. Es la misma fuerza psíquica que origina los latidos de nuestro corazón y mantiene la circulación de nuestra sangre en movimiento y es, así mismo, esta fuerza la que vibra en nuestro cerebro y fluye a través de nuestros nervios. Por medio de esta fuerza, podemos mover nuestros brazos y piernas, del mismo modo que con ella podemos oír, ver, oler, gustar y tener sensaciones. Con esta fuerza podemos, así mismo, pensar y comprender, amar y odiar, reír y llorar. Es con esta fuerza que podemos construir y destruir sustancia física y, de este modo, hemos construido y destruido sustancia física y, por consiguiente, hemos construido con ella nuestro organismo, nuestro carácter o moral y, así, creado nuestro destino luminoso u oscuro. Por medio de la misma fuerza mantenemos nuestro organismo en vida, del mismo modo que la retirada del organismo de la fuerza de nuestro espíritu da lugar a su destrucción y muerte. Pero, como, de este modo, la causa de la materia física es espíritu, es, así mismo, espíritu lo que, como ya hemos dicho, origina los sistemas de galaxias, el calor de los soles y las poblaciones de los planetas, además del desencadenamiento de todas las fuerzas de la naturaleza. Esto es válido tanto para la gigantesca velocidad de las inmensas zonas macrocósmicas a través del espacio como para el flotar suave de la más pequeña mota de polvo. Esta misma fuerza es también la que mantiene nuestro organismo en la tierra, de modo que no se caiga al espacio. Sin espíritu ninguna lluvia, ningún sol, ningún calor, ningún frío, ninguna luz, ningún color, ninguna alegría, ningún dolor, ningún bienestar y ningún malestar, dicho brevemente, ninguna experiencia, ninguna vida. Sólo habría una «nada» donde hoy el universo, con su inmensa profusión de luz, aparece como el espíritu de una Divinidad eterna que todo lo abarca. No es extraño que el ser o los seres iniciados, que son el origen del núcleo de la sabiduría de la Biblia, hayan tenido que expresar la primera causa de la creación con la frase eterna: «El espíritu de Dios se cernía sobre las aguas».


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