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Destellos cósmicos  2139. Como hemos visto, no es suficiente con que los hombres se familiaricen con su mesocosmos y, aquí, puedan cumplir la ley de la existencia o amor al prójimo. El amor a las formas mesocósmicas: hombres, animales y plantas sólo es un cumplimiento parcial de la ley de la vida o de la ley cuyo cumplimiento o transgresión da correspondientemente lugar al destino del hombre como absolutamente feliz y desdichado. La experiencia de los seres vivos de una luz mental inalterable o felicidad permanente sólo puede tener lugar en las situaciones en las que cumplen la ley de la vida, que es lo mismo que practicar el amor verdadero. El verdadero objeto de amor al prójimo son, naturalmente, los seres vivos. Pero, para amar a seres vivos hay que tener, evidentemente, conocimiento de su existencia. Seres vivos o formas de vida, cuya existencia no se conoce, no pueden ser ningún objeto especial de amor por parte de los hombres. Por esto, este amor tuvo primero que desplegarse hacia los hombres. Luego los hombres comenzaron también a sentir amor hacia los animales y las plantas. Los hombres más avanzados han llegado no sólo a poder amar a sus semejantes los hombres, sino que tampoco tienen corazón para matar animales ni para destruir plantas. Y es con este grado de amor que el hombre está cualificado para recibir el primer grado del gran nacimiento, que se muestra como «destellos cósmicos». Los destellos cósmicos hay que entenderlos como experiencias de un momento o un instante de pocos segundos de la luz mental que en la Biblia se expresa como «el espíritu santo». Cuando esta cobertura del espíritu de Dios es en su forma pura y no es una experiencia provocada de manera artificial, el ser experimenta, así, en un destello su propia inmortalidad y que la estructura del universo es perfecta, además de que el amor es el tono básico del universo. Así mismo, a través de tales destellos cósmicos, comienza a comprender que todos los procesos creadores de la naturaleza son, en su resultado final, para alegría y bendición de seres vivos. Estos destellos o experiencias cósmicas se le dan al ser en virtud de su facultad de intuición, que de esta manera comienza a desarrollarse como la facultad más importante de la percepción cósmica. La incipiente percepción cósmica del ser sólo tiene, por lo tanto, lugar a través de simples destellos. La experiencia no es, por lo tanto, permanente. Y puede pasar mucho tiempo entre cada uno de estos destellos. Es extremadamente raro que haya más de un destello cósmico en una vida terrena concreta. Pero, poco a poco, a medida que el ser vence los restos de la naturaleza animal en su mentalidad, la experimentación de destellos cósmicos se hace más frecuente para, finalmente, ser permanente. La intuición pasa a estar bajo el control de la voluntad y puede ser usada por el ser siempre que lo desee. Ha dejado de ser algo que sólo se activaba automáticamente a causa de un estado de ánimo dichoso. Y el ser ha alcanzado así la iniciación orgánica que conocemos como «el gran nacimiento». Pero aunque esta iniciación sólo comienza con un pequeño destello extremadamente corto de experiencia cósmica, sus efectos pueden durar años. Es natural que esta experiencia suponga una inspiración, alegría y felicidad muy grande para el ser, pero no le da la facultad de explicar su experiencia de inmortalidad, la perfección de la estructura del universo y el amor como el tono básico del universo como ciencia en una serie de pensamientos coherentes. Las experiencias se pueden más bien considerar como resultados cósmicos. Es por esto que el ser sólo puede exponer sus experiencias cósmicas como simples resultados sin base o confirmación intelectual y lógica controlable por otros seres. Por consiguiente, para estos otros seres dichos resultados cósmicos sólo pueden convertirse en postulados o dogmas, totalmente irrelevantes para seres que han evolucionado dejando atrás la facultad de creer y, por lo tanto, exigen ciencia o explicación intelectual. Y es, precisamente, en virtud de esto que en todas partes las religiones se les están quedando pequeñas a los hombres, dado que éstas sólo se basan en resultados sin base intelectual o científica. Hoy sólo son para muchos hombres postulados sin confirmar. Que estos resultados cósmicos o verdades eternas de las religiones no se hayan dado como ciencia se debe, ante todo, a que hasta ahora los hombres no han estado tan intelectualmente desarrollados que hayan echado en falta una base intelectual o una explicación científica. Su facultad de creer ciegamente en autoridades era tan fuerte que, por medio de ella, podían ser guiados y dirigidos. Debido a esto, anteriores guías en religiosidad humana no necesitaban mayor grado de iniciación que el que puede dar un destello cósmico. Los grandes profetas de la Biblia, exceptuando a Cristo, no les han dado a los hombres ningún conocimiento más allá de lo que puede experimentarse por medio de un destello cósmico, y muchos de ellos han revelado directamente con su modo de ser que en su evolución todavía no habían llegado a la zona de los incipientes destellos cósmicos. Eran muy intolerantes e incitaban a veces a la gente a la enemistad y persecución de quienes pensaban de manera diferente y a los que llamaban «paganos». El Antiguo testamento de la Biblia es, en gran medida, una historia sobre intolerancia, guerra y atrocidades. Pero la evolución no se detiene. Guerra y atrocidades crean anhelo de paz. Surgieron profetas con destellos cósmicos y pudieron anunciar el nacimiento de una futura época mundial, en la que el reino de los cielos de la paz y el amor al prójimo, que por el momento sólo era un espejismo luminoso de la esperanza, finalmente tenía que convertirse en un hecho y una realidad.


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