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El hombre y el quinto mandamiento  2131. Como los lectores han visto, hemos pasado por la parte de la solución del misterio de la vida que se llama «mesocosmos». Con nuestros análisis cósmicos no sólo hemos confirmado y corregido la vieja sabiduría existente hasta el momento, que le ha sido dada a la humanidad a través de los profetas y los redentores del mundo, y que esencialmente se ha plasmado en los dos testamentos de la Biblia y otros libros santos. Aunque esta sabiduría contiene en sí el propio núcleo de toda la sabiduría, o sea, remite al amor a todo y a todos como el camino y objetivo de la existencia de todos los seres vivos, sin embargo sólo ha favorecido de manera especial la relación entre los seres vivos del mesocosmos. Y aunque, entre otras cosas en virtud de la fuerza del quinto mandamiento, «no matarás», se adentra considerablemente en la siguiente área de iniciación, a saber, el microcosmos y el macrocosmos, la vida anímica interior y relación psíquica de estas dos áreas con los seres mesocósmicos todavía ha estado muy lejos del camino mental, normal de estos seres. Aquí todavía no se ha llegado a comprender este mandamiento divino con todas sus consecuencias, donde su cumplimiento crea el fundamento del perfeccionamiento del ser vivo en toda su totalidad como «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Sin este cumplimiento, será imposible una iniciación total del ser, una experimentación total del gran nacimiento y la consiguiente conciencia cósmica total. Aquí, sin embargo, hay que descontar los casos en los que el ser iniciado al servicio de la redención del mundo tiene, como mal menor, que ofrecer su organismo para, de este modo, salvar a los hombres de un mal mayor. Una situación así no puede hacer que el ser pierda la conciencia cósmica que una vez alcanzó. Aquí es el amor y no lo contrario el que se ha hecho cargo de la situación.
      Con respecto a los hombres de la Tierra, todavía sucede que la gran mayoría sólo entiende el quinto mandamiento como un simple mandato de no matar a otros hombres. Que el mandato también se aplica al hecho de no matar animales todavía no se ha convertido en un modo de ver general. Por lo tanto, hasta el momento han contado con que tienen derecho ilimitado a capturar y encarcelar, matar y comer animales. A esto también hay que añadir la esclavitud que los hombres terrenos en gran medida infligen a ciertos animales. Promover también la incineración y desencadenar muchas otras formas de mutilación natural, muerte y destrucción no natural para los seres del microcosmos, lo consideran como algo obvio. Las muchas catástrofes universales del microcosmos, que son el resultado de su manera de vivir no natural, su disfrute de sustancias que no son ni comida ni bebida y que, al contrario son el puro veneno para los microseres del interior de sus organismos y, por consiguiente, favorecen la enfermedad y son mortales para ellos mismos, forman parte de esto. Pero este estadio de oscuridad mental es un estadio muy natural de la transformación del hombre del primitivismo al intelectualismo, de animal en hombre. Pero está muy lejos de ser el estadio definitivo o acabado de la creación por Dios del «hombre a su imagen y semejanza». Y donde los seres no están evolucionados para poder cumplir la ley de la vida, tienen necesariamente que transgredirla. No pueden actuar según el conocimiento y el talento que no tienen. Pero los efectos de la transgresión de la ley de la vida no cesan porque la infracción se deba a ignorancia. Si lo hicieran, sería imposible que tuviera lugar la evolución. A los seres les sería imposible aprender lo que era bueno y lo que era malo. En los mundos inferiores, donde los seres todavía no han evolucionado para poder cumplir la ley de la vida o quinto mandamiento, «no matarás», para ellos matar es una mayor o menor condición de vida. Pero aquí, la vida de estos seres será, en un grado correspondiente, importunada o azotada por los efectos que su no consciente transgresión del quinto mandamiento o ley de la vida ocasiona. Y tanto la vida de los hombres como la de los animales son, como anteriormente descrito, un caminar en una lucha permanente a vida o muerte. Esta lucha culmina en los hombres, ya que con la evolución de su inteligencia han llegado a estar en condiciones de multiplicar el principio mortífero. Que esta multiplicación dé, a su vez, lugar a una correspondiente multiplicación de los efectos es, por supuesto, natural. Por esto la vida y destino de los hombres inacabados culmina en cataclismo, día de juicio o infierno.


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