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(1939-2395) 
 
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Por qué los redentores del mundo conscientes cósmicamente dan la otra mejilla, cuando se les pega en la izquierda  2122. «Aquí ves», continuó el Padre eterno, «cómo la oscuridad y el sufrimiento no sólo son algo que se les infringe a los seres a causa de su primitivismo e ignorancia, sino que también es algo que voluntariamente y con conciencia diurna despierta pueden infringirse a sí mismos. Este exponerse a los sufrimientos no tiene lugar debido a primitivismo e ignorancia, sino exclusivamente a causa de un alto intelectualismo o una conciencia cósmica con base en el amor más elevado. Has visto cómo un ser de un mundo superior puede dejarse libremente nacer en un mundo inferior para fecundarlo con la sabiduría y el amor de un mundo superior. Entonces tiene, necesariamente, que vivir, hasta un cierto grado, bajo las condiciones que puede ofrecer este mundo inferior. Este mundo actuará, naturalmente, sobre el ser iniciado exactamente del mismo modo que actúa sobre los seres no iniciados. Cuando un hombre se zambulle en el agua tiene que contar con que se mojará, indiferentemente que sea un ser iniciado o un ser no iniciado. El despliegue de los elementos no se ajusta al especial estadio evolutivo de los diversos hombres. Se basan en leyes eternas inalterables. En virtud de estas leyes, el sol tiene, así, que salir sobre malos y buenos, del mismo modo que tiene que llover sobre justos e injustos. El modo de reaccionar de los elementos es igual para todos. Por esto, un ser que como mi mensajero nace en un mundo inferior al suyo tiene que contar con que aquí no puede tener las condiciones de vida perfectas, a las que tiene acceso en el mundo al que pertenece. Tiene, necesariamente, que supeditarse a las reacciones o influencias del mundo inferior. Los hombres de este mundo inferior no dejan de originar la mentalidad que para ellos todavía es natural. No dejan de malentender, calumniar, ser intolerantes, estar llenos de odio y resentimiento hacia quienes piensan de otra manera, porque encuentren a un ser de un mundo superior. Que, en resumidas cuentas, pueda encontrar a un ser de un mundo superior es una situación que está totalmente fuera del horizonte mental o espiritual del ser inferior. De hecho, eventualmente tendrá una actitud de aún mayor intolerancia o antipatía hacia un ser así, cuando alguna fuente sostenga que es de un mundo superior. Más bien considerará al ser iniciado como un impostor o un charlatán que preferentemente tiene que ser exterminado.
      Pero aquí, los seres iniciados en mí, que mando a los mundos inferiores, tienen el privilegio», continuó el Padre eterno, «de que por sí mismos son idénticos a la ley de la vida y comprenden que los seres de la zona inferior no pueden ser diferentes. Manifiestan el estado de pensamiento que es natural para ellos. El hombre evolucionado no manifiesta el estado no evolucionado de creer que estos seres primitivos pueden ser distintos. Sabe que, con el tiempo, a medida que su evolución avance serán diferentes. Pero exigir que hoy sean diferentes de cómo, precisamente, son sólo puede ser expresión de ignorancia o ingenuidad. Es imposible que actúen según el talento, el conocimiento o la experiencia que hoy no tienen, pero que tendrán mañana o posteriormente. Aquí ves, mi querido hijo, por qué mis amados mensajeros viven según el principio «dar la mejilla derecha cuando a uno se le pega en la izquierda», que es lo mismo que no devolver el mal, responder con comprensión y perdón. Es por esto, que pueden bendecir a quienes los maldicen, amar a quienes los odian, del mismo modo que oran por quienes les hacen daño, independientemente de la cantidad de sufrimiento, burla y calumnia de que puedan haber sido objeto por parte de estos seres perseguidores. Estos supremos mensajeros o portadores de luz míos se diferencian de los seres del mundo inferior en que, en medio de las manifestaciones groseras y mortíferas de estos seres, conservan su sublime serenidad cósmica y su amoroso modo de ser. En ellos no hay nada de los principios animales: el odio, la cólera, la ira o amargura, cuyas vibraciones puedan activarse y provocarlos ante el despliegue de tendencias primitivas por otros seres. Por esto, ninguno de mis amados y sublimes mensajeros quiere defenderse con brutalidad, violencia o sabotaje mortífero contra otros seres, indiferentemente de la cantidad de persecución y sufrimiento de que hayan sido objeto por parte de ellos.»


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