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El destino de la vida de los redentores cósmicos del mundo  2121. El Padre eterno le explicó con mayor profundidad a su hijo iniciado: «Pero no es sólo la lucha contra las disposiciones corporales primitivas la que el iniciado tiene que mantener, cuando ha aceptado nacer en una zona de existencia subyacente. También tiene, en mayor o menor grado, que ser víctima de los malentendidos, el desprecio, la burla, la difamación y la intolerancia que surgen como consecuencia del contraste que su alta disposición para la simpatía representa en relación con las disposiciones para la simpatía que son normales para los propios habitantes de las zonas inferiores. A esto hay que añadir la aversión o fuerte antipatía de que este ser iniciado también puede ser víctima por parte de las autoridades y sectas religiosas, que viven en la creencia de que sus dogmas religiosos son absolutamente lo único que salva. Aquí se vive con la fuerte convicción de que todas las opiniones sobre los hechos eternos que divergen de estos dogmas son falsas y estimulan la idolatría. Esto, a su vez, hace que las opiniones del ser iniciado, que se basan en su conciencia cósmica, necesariamente tienen que estar, en pureza y perfección, muy por encima de los dogmas o interpretaciones ahora anticuadas destinadas a una zona inferior. Si no fuera así,» continuó el Padre eterno, «mi mensajero a la zona inferior sería totalmente superfluo. ¿De qué serviría que abandonara el mundo superior, al que pertenece, que arriesgara vida y salud en una zona inferior? En virtud de su manifestación de la verdad o revelación del misterio de la vida, mucho más elevada y perfecta, no evita, de este modo, ser calificado de falso profeta, es más, directamente de estafador o tramposo. Y así se convierte en algo natural que las autoridades o jerarquías religiosas de estos movimientos, que según los hombres tendrían que ser los primeros en recibir a mis mensajeros cósmicos, sean los últimos.
      Luego hay, además, el hecho de que un nuevo conocimiento cósmico superior no es ningún buen objeto financiero en un mundo donde la guerra, el crimen, el asesinato y el castigo todavía se incluyen en la moral general autorizada por el estado como justicia, y donde el honor y la reputación son en gran medida una cuestión de dinero o riqueza. El dinero se ha convertido, por consiguiente, en el máximo objeto de interés, que todo lo devora, de los hombres terrenos. Todo lo que da acceso a dinero, a grandes beneficios, ganancias o rendimiento económico es, por el momento, un ideal tan prominente que eclipsa totalmente los verdaderos y nobles ideales de la vida en dirección al humanitarismo o amor al prójimo. Por esto, el ser cósmico que mando a un mundo así como mi mensajero o portador de la luz siempre tiene que nacer en «el establo» y vivir en la cercanía del «pesebre», es decir, en condiciones humildes, aunque la sabiduría que da al mundo se convierte en la base del sustento de millones de hombres posteriormente, cuando es reconocida por la mayoría, y mi enviado portador de la luz ha regresado de nuevo a mí. Su misión, en un mundo que se encuentra en esta época materialista o del dinero, tiene, por consiguiente, que ser siempre al principio estimulada, en cierta medida, por medio de «los regalos de los Reyes magos», es decir, con la ayuda de un cierto grado de amor. Este amor sólo puede venir, a su vez, de seres que se han adelantado tanto a su época, que tienen madurez para comprender la misión de mi mensajero y están dispuestos, en mayor o menor grado, a sobrellevar las molestias y sufrimientos que cuesta ayudar a la consolidación de los ideales cósmicos de mi sabiduría eterna en los mundos inferiores de los seres no iniciados. En un mundo totalmente carente de personas con un amor así, mi mensajero no puede ser recibido, y la base de una nueva cultura no puede arraigarse, del mismo modo que, naturalmente, en un caso así esta cultura tampoco sería necesaria. El principio de la redención del mundo es, por consiguiente, amor, y sólo puede manifestarse donde hay hombres que están emparentados con su longitud de onda, y en cuya mentalidad puede arraigarse y desde aquí, como base de la cultura, propagarse al resto del mundo.
      Sí, mi querido hijo, aquí ves que la misión que he encomendado a los verdaderos salvadores cósmicos o redentores de la humanidad no es un lecho de rosas. No se podría impulsar si el amor de estos seres no fuera tal que no retroceden ante ninguna forma de sufrimiento y muerte, cuando así pueden salvar a otros hombres de un destino oscuro. En virtud de este amor, estos hombres son uno conmigo y, por lo tanto, en todas las situaciones, incluso en los peores sufrimientos, pueden experimentar mi presencia en estado de conciencia diurna despierta y ver mi luz eterna brillar, iluminar y calentar en las regiones de su propio espíritu.»


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