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(1939-2395) 
 
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Cuando se pierde la vida para salvar a otros  2117. La Divinidad siguió explicándole a su hijo amado: «En tales casos, en los que la destrucción de un organismo se debe a que quien su origen ha arriesgado su vida, es decir, ha arriesgado su organismo, para salvar el organismo de otros seres del sufrimiento y la destrucción (la muerte, claro está, no existe, sólo existe la destrucción del organismo, el origen del organismo sigue existiendo como ser vivo), este acto expresa el máximo cumplimiento de la ley del amor. Es el amor del que Cristo habla cuando dice: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas» – «Por eso mi Padre me ama, porque doy mi vida para tomarla otra vez. Nadie me la quita, sino que yo la doy por mi propia voluntad, y tengo poder para darla y tengo poder para recobrarla. Este es el precepto que recibí de mi Padre» – «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos». Aquí ves, amado hijo, cómo Cristo, este otro hijo mío muy amado y con iniciación triple, enviado como mensajero a la Tierra, en esta misión que le había dado aún se encontraba en la zona de los sufrimientos mortíferos. De tus primeros conocimientos de cristianismo en tu infancia sabes cómo se burlaron y mofaron de él, cómo lo torturaron y crucificaron, sufriendo, así, una de las formas más terribles y espantosas de destrucción corporal de la existencia. Fue un destino con unas circunstancias tan dolorosas que incluso los denominados tiranos, bandidos o criminales no podrían haber provocado con cualquier acto cruel un destino peor para ellos mismos. Y, sin embargo, este hijo mío amado con iniciación triple, este mensajero mío al servicio de la redención del mundo era idéntico al «hombre perfecto a mi imagen y semejanza». La causa de su estado de sufrimiento y destrucción corporal no fue el primitivismo, la ignorancia o falta de evolución como en el hombre no iniciado o presuntamente «malo». La causa de sus sufrimientos sólo fue, precisamente, el amor, en virtud del cual no se retrocede en sacrificar la vida y la integridad física, cuando con ello se puede salvar a otros de la desdicha y el sufrimiento.
      Es cierto, que en tales situaciones, en las que un ser da su vida para salvar a otros del sufrimiento y la destrucción y, con ello, causa la muerte y destrucción corporal de su propio organismo y de los microseres que existen en este organismo, se infringe la ley del amor. Como ya has visto, un organismo es un universo que, en su análisis más profundo, está formado por galaxias, sistemas solares y planetas y, de este modo, está poblado por miríadas de seres vivos. Como una parte muy grande de estos seres vivos tiene organismos animales, estos organismos tienen conciencia diurna, física despierta y pueden sentir dolor y sufrimiento. La lesión y destrucción de un organismo es, así, una catástrofe mundial, un cataclismo o infierno para sus miríadas de microseres. Con la crucifixión de Jesús, los microseres de su organismo fueron expuestos a un cataclismo o infierno de este tipo. ¿Cómo podía un ser tan amoroso con iniciación triple como Cristo exponer a sus microseres a una situación tan cruel? Mi querido hijo, esta situación debes conocerla. Es cierto que exponer a los microseres de su organismo a un infierno así es una transgresión de la ley del amor para con dichos seres. Pero, en ciertas ocasiones, puede ser una mayor transgresión que un ser no se atreva a ofrecer su vida para salvar a otros. Esto puede significar dolor y desdicha para muchos otros seres. Si una persona, que sabe nadar, ve tranquila y fríamente que otra persona se ahoga y no hace intento alguno para salvarla, su propio cuerpo no corre, ciertamente, ningún riesgo. Y no puede negarse que es amoroso con sus microseres. Pero, ¿cómo es su amor hacia el prójimo, al que deja que se ahogue? Aquí está claro que no lo ama como se ama a sí mismo. Pero como el cumplimiento total de la ley sólo existe donde uno ama a su prójimo como se ama a sí mismo, debido a su amor a su organismo, es decir, hacia sí mismo, no ha cumplido la ley de la vida. Sólo el amor, en virtud del cual uno se atreve a arriesgar la vida por otros o prefiere sufrir uno mismo en vez de que otros sufran, puede ser uno con el amor universal con el que yo mantengo los diversos cosmos del universo y la correspondiente e inquebrantable felicidad y bienaventuranza con que se expresa y mantiene la vida en los más altos mundos o esferas de mi reino eterno.»


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