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La Divinidad y el hijo de Dios experimentan juntos el microcosmos en forma de macrocosmos  2114. Un instante después apareció ante el emocionado hijo de Dios una parte enorme del universo. Contenía grandes zonas de soles con sus propias características, con sus correspondientes planetas o mundos, en los que había despliegue de vida. Se podía ver claramente que daban lugar a diversos sistemas y formas, que eran partes de un trabajo conjunto en una gran unidad. Entre estos soles y planetas había distancias muy grandes. Era como si flotasen en un gigantesco espacio vacío. A pesar de que estos sistemas de soles formaban conjuntamente grupos enormes, el espacio vacío era, sin embargo, lo dominante. En realidad, en principio no había ninguna diferencia entre este universo y el universo que el hijo de Dios estaba acostumbrado a ver desde el mesocosmos. Los sistemas de soles y las galaxias o estrellas formaban, simplemente, aquí otras figuras o imágenes que las que el hijo de Dios estaba acostumbrado a ver en su cielo terreno. Sin duda, podía ver que se encontraba en una parte desconocida del universo o en un macrocosmos en el que anteriormente nunca había estado. Cuando aquí contemplaba los sistemas de soles a una distancia apropiada, mostraban formas muy extrañas. Y mientras, emocionado, se encontraba en este universo nuevo, percibió de nuevo la cercanía de Dios y oyó la voz del Padre amado: «Sí, mi querido hijo, ahora crees que te he llevado a una parte desconocida del macrocosmos, que es visible para ti en el mesocosmos. No conoces las constelaciones de estrellas que ves aquí. Y sin embargo, una de ellas es el cosmos, el universo en el que tú mismo eres el supremo factor dirigente o autoridad. Es nada menos que tu propio organismo físico, con el aspecto que tiene desde un determinado punto de vista microcósmico. El asunto es que, aunque tú, de hecho, en virtud de tu modo de ser amoroso hacia hombres, animales y plantas y, de este modo, como hombre o hijo de Dios eres mi imagen, esto no es suficiente. El amor a estos tres grupos de seres puede, indudablemente, darte un destino feliz entre estos seres, pero solo no puede protegerte contra el destino oscuro que se llama sufrimientos corporales, enfermedades y una prematura muerte no natural. Por esto, quiero además iniciarte en un nuevo grado del amor. Aquí experimentarás que no sólo tienes que ser a mi imagen como «hijo de Dios», también tienes que convertirte en mi imagen manifestada como «Dios en un cosmos o universo». El macrocosmos que en este momento ves conmigo no es, como ya te he indicado, el macrocosmos que ves en tu mesocosmos, donde vives con los seres que conoces como hombres, animales y plantas. Pertenece, al contrario, a la parte del universo que tú, en dicho mesocosmos, sueles experimentar como microcosmos. El sistema conjunto de galaxias, soles y estrellas, que ves aquí, forma lo que la ciencia materialista denomina «el mundo de átomos». Que los sistemas tengan figuras o formas de hombres, animales y plantas se debe, precisamente, a que lo que ves desde un punto de vista microcósmico son los organismos de estos seres. Ahora tú ves u observas aquí conmigo, desde un punto de observación microcósmico tan profundo, que cada uno de los organismos de los seres vivos de tu mesocosmos aparece aquí como un macrocosmos, un universo. Observamos desde un área microscópica tan profunda que incluso un electrón aparece ante nosotros con el mismo tamaño que la Tierra. Conmigo puedes ahora, desde este lugar en el microcosmos, tener una visión total de conjunto sobre lo que tiene lugar en el interior de tu organismo, cuando tu conciencia trabaja, y tú piensas y haces experiencias, actúas y creas en la zona física.
      Ahora no percibes, por lo tanto, en tu mesocosmos habitual donde con tus sentidos acostumbras a contemplar el macrocosmos que contiene las conocidas constelaciones de estrellas: La Osa Mayor, Las Pléyades, Andrómeda, etc. Te encuentras en unas profundidades tales del microcosmos que, visto desde aquí, tu propio organismo constituye un universo, que aparece con el mismo tamaño que el macrocosmos que tú estás habituado a observar desde tu lugar en el mesocosmos. Por esto, aquí puedes observar muy profundamente detalles y fenómenos bajo los detalles y fenómenos que forman la última frontera de lo que se puede observar con microscopios u otras formas de aparatos ópticos. Aquí, con este enfoque mental, verás ahora conmigo el microcosmos tantos millones de veces agrandado, que se les muestra a tus sentidos con las mismas dimensiones que los soles y las galaxias de tu macrocosmos, vistas desde tu mesocosmos. Es más, incluso en ciertas situaciones lo verás desde una perspectiva todavía más amplia.»


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