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El científico totalmente materialista y la imagen del universo  2084. Cuando el científico materialista se aferra a los resultados de pesos y medidas y enseña que todos los otros resultados son una superstición, esto es la culminación de la superstición. En su conocimiento no hay ninguna prueba de vida. Sus resultados sólo expresan combinaciones de sustancia o materia y movimientos de sustancias. Aunque en muchos casos tenga que reconocer que estas combinaciones y movimientos de sustancias cumplen objetivos lógicos, sin embargo, sólo ve estos movimientos de materia y sustancia como el resultado de fuerzas casuales. El inmenso proceso lógico de transformación de la Tierra a través de sus épocas evolutivas de millones de años, desde un océano de fuego candente hasta su estado actual como un radiante planeta habitable para seres vivos que pueden empezar a pensar los pensamientos de Dios, sólo es para él una casualidad. Lo mismo sucede cuando ve la transformación de los seres de formas de vida minerales a vegetales y su transformación en las mucho más perfectas formas de vida animales y, de nuevo, su transformación en el hombre erguido que libremente puede contemplar las estrellas y comienza a experimentar la vida fuera de su propio pequeño instinto de conservación. Cree firmemente que esta transformación lógica sólo puede deberse a la casualidad. Sólo ve fuerzas muertas en todo, e incluso se cree a sí mismo idéntico a una combinación casual de sustancias que, por medio de esta combinación especial, le dan la facultad de hacer experiencias. Ha surgido de esta especial combinación de sustancias, e inevitablemente se disolverá en una nada si a la combinación de sustancias le pasa algo que pueda disolverla. Lo que en él experimentaba la vida, y con su conciencia podía pensar sobre la sustancia, y con su voluntad podía someterla, no lo ve. Es más, a veces niega su existencia. Si no tiene esta actitud hacia lo psíquico o espiritual de la estructura y manifestación del ser vivo, sino que, en mayor o menor grado, reconoce la existencia de este yo inmortal más allá de la materia o sustancia, no es materialista. Entonces es un ser que, de modo correspondiente, ha atravesado los laberintos de la materia y los objetos de investigación yermos y sin vida del bajo intelectualismo, y comienza a buscar resultados de manifestaciones de vida en vez de resultados de pesos y medidas muertos. El yo o «el algo que vive y piensa» tras el organismo y la creación, tras el pensamiento y la voluntad, tras el experimentar y la manifestación no puede pesarse ni medirse. No constituye ningún estado «creado», sino que es por sí mismo el origen de la creación. Por esto, jamás puede haber empezado, del mismo modo que jamás podrá dejar de existir. Por consiguiente, no tiene edad. No tiene ninguna forma. No ocupa ningún espacio. Constituye el infinito y la eternidad. Pero el investigador de pesos y medidas totalmente materialista es absolutamente inmune ante esto. Como hemos dicho, sólo puede conocer el movimiento y la sustancia, pero sólo como desencadenamientos casuales, de los que los seres vivos son un resultado.


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