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(1939-2395) 
 
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Los más grandes sabios del mundo no tienen su conocimiento de otros seres, sino que lo tienen exclusivamente en virtud de su propia facultad cósmica de experimentación  2067. A los seres ya mencionados, que, de este modo, han sabido, en mayor o menor grado, «leer» a través del despliegue de la naturaleza «el texto», «el lenguaje» o este «idioma» divino manifestado, los conocemos como los verdaderos grandes profetas y los redentores del mundo más o menos soberanos mentalmente, con Cristo totalmente soberano cósmicamente al frente de ellos. Él era el sumo sacerdote cósmico que tenía acceso al santo de los santos del templo de la vida. No tenía primero que preguntarle a nadie qué era la vida, qué era la Divinidad o cuál era la intención de Dios con los hombres. No repitió lo que otros profetas habían manifestado cuando oró por sus verdugos y dijo: «Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen», o cuando le dijo a Pedro: «Pon la espada en su vaina, porque quien a espada mata a espada morirá». Tampoco es un plagio cuando dijo: «al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra». La misma soberanía también se puede ver en todas las demás grandes manifestaciones que salen de su boca sobre «las ovejas» y «los cabritos», sobre «el nuevo cielo» y «la nueva Tierra» y sobre que la humanidad se convertirá en «un solo rebaño con un solo pastor» y, así mismo, en las bienaventuranzas del sermón de la montaña y en sus palabras sobre el reino de los cielos. ¿No fue, en realidad, toda su vida y manifestación una inmensa profusión de poder espiritual soberano? No tenía este poder espiritual o esta profusión de luz mental de ninguna escuela o centro de enseñanza superior. No tenía la erudita formación de los escribas. Tenía, al contrario, la facultad de poder experimentar «el lenguaje», «el texto» o «idioma» de Dios en los fenómenos de la vida o naturaleza directamente y con sus propios sentidos. Por esto, era soberano y podía comprender los resultados de la existencia prescindiendo de los escribas y los eruditos sumos sacerdotes o autoridades eclesiásticas que, en sí mismas, seguían siendo analfabetos cósmicos y sólo podían adquirir su conocimiento a través de los relatos del arca de la alianza, heredados del pasado, sobre los misterios o la sabiduría


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