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(1939-2395) 
 
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La vida física cotidiana es un caminar entre «letras», «palabras» y «textos» que constituyen el lenguaje directo de la Divinidad y su revelación del misterio de la vida para el que, poco a poco, ha ido aprendiendo a comprender este «lenguaje»  2064. El espíritu santo es, por consiguiente, nada menos que la ciencia sobre la realidad primaria o esencial tras la realidad secundaria física. Toda la existencia física cotidiana es, así, para el ser vivo un singular y enorme caminar entre «letras» y «textos», un caminar por un poderoso lenguaje divino, un caminar a lo largo del cual una divinidad eterna se dirige de una manera excepcional a su hijo, igual de eterno. Imaginen, la Divinidad tan cerca y, sin embargo, tan lejos de la facultad de experimentar con conciencia diurna del hombre terreno todavía inacabado. Este hombre camina por esta gran revelación, por esta gran manifestación de la Divinidad sin saber qué es lo que ve o presencia. Lo único necesario para el hombre terreno sólo es, por lo tanto, aprender lo más rápidamente posible a «leer» este «texto» y «lenguaje», llegar a conocer este lenguaje propio de Dios. Es del conocimiento de este lenguaje divino y de su convivencia con la Divinidad, vivida de manera consciente a través de él, que los grandes sabios o redentores del mundo han recibido su saber. Cristo dijo que lo que él les decía a los hombres era lo que el Padre le había dicho. La sabiduría o las verdades de la vida no son nada que uno tenga que seguir oyendo de otros, ya sea a través de libros, sermones o conferencias. La sabiduría tiene, claro está, que encontrarse en un lugar como experimentación directa de la realidad. Y este «lugar» no está, precisamente, en un determinado sitio, aquí o allí, es un estado. Y es este estado hacia el que los hombres evolucionan.


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