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Cómo nuestra vida y, por consiguiente, nuestra felicidad y bienestar están condicionadas por una colaboración perfecta con una providencia  2026. Como los hombres son, entre otras cosas, microseres del organismo de la Tierra, su experimentación transitoria de la vida dependerá de la protección y las condiciones de vida que el yo de la Tierra cree en su organismo (la Tierra), además de la protección que, por medio de la creación de salud para los microseres de su propio organismo, creen para ellos mismos. Si no tienen en cuenta que tienen que crear esta salud o protección para los microseres de su propio organismo, no obtendrán mucho placer de la protección del macroser o no serán capaces de experimentarla y disfrutarla. ¿De qué sirve que un hombre viva en el más maravilloso clima, rodeado de una naturaleza extraordinaria y con buenas condiciones de vida, cuando en su organismo se agita una enfermedad mortal y dolorosa? Aquí nos encontramos junto a las realidades de la imagen del universo o análisis del misterio de la vida que convierten en un hecho que no sólo tenemos que amar a nuestros prójimos del mesocosmos y vivir en la vida cotidiana en armonía y tolerancia con estos seres, sino que, para tener una vida normal plena, también tenemos que crear protección para nuestros microseres. Esto quiere decir, a su vez, que tenemos que vivir una vida sana. En el mismo grado que no vivimos una vida sana, contribuimos a disminuir o destruir la vida de nuestros microseres. Por consiguiente, para poder verdaderamente experimentar una vida normal plena, tenemos que cuidar de que los órganos por medio de los que se experimenta la vida, es decir, los microseres que habitan y constituyen los órganos de nuestra vista, nuestro oído, olfato y gusto, nuestra facultad de sentir, los órganos de nuestras glándulas, nuestros órganos de la respiración, nuestro corazón y nuestro cerebro, etc. tengan las mejores condiciones posibles. Por lo tanto, tenemos que dormir y descansar suficientemente, tenemos que consumir la comida y bebida absolutamente más sana, tenemos que acostumbrarnos a evitar los estimulantes que conducen a la muerte: alcohol, nicotina, morfina y todas las otras sustancias totalmente destructoras de los órganos vitales. Lo mismo es válido para la alimentación de la conciencia, es decir, las clases de pensamientos. Tenemos que evitar los tipos de pensamientos que son mortíferos para la experimentación psíquica de la vida, tales como accesos de ira, pensamientos de odio o persecución hacia los seres que nos rodean, falsedad y deseos de calumniar y otras clases de pensamientos egoístas. El alimento espiritual absolutamente sano para el hombre son todas las clases de pensamientos altruistas. Estos pensamientos son vivificantes tanto física como psíquicamente, del mismo modo que las clases de pensamientos egoístas son física y psíquicamente mortíferas para el hombre. La mayor parte de enfermedades internas orgánicas y crónicas se deben a tipos de pensamientos erróneos y, por consiguiente, venenosos. La vida nos muestra aquí como un hecho que la experimentación de la vida por el ser no es únicamente algo puramente físico. Es, al contrario, nada menos que un resultado de la colaboración de nuestro propio ser con una «providencia». Si no estamos en contacto con esta providencia (nuestro macroser), nuestra experimentación de la vida se vuelve, de modo correspondiente, defectuosa. Pero no podemos estar en contacto con esta providencia si nuestro propio organismo es, de modo correspondiente, defectuoso. Estamos determinados para ser un órgano que da vida en nuestro macroser, no podemos serlo si nuestro organismo es defectuoso y no puede cumplir su objetivo. Cuando no puede cumplir su objetivo, se convierte en una molestia, un estorbo, se convierte a veces en algo que el macroser tiene que extirpar. Y entonces este microser tiene una muerte no natural, es decir, muere prematuramente. Muere antes de que haya llegado el momento que, de lo contrario, sería normal para él morir. La naturaleza a nuestro alrededor no es, por lo tanto, para nosotros fuerzas muertas casuales, del mismo modo que nuestras funciones internas orgánicas: digestión, circulación de la sangre, funciones de las glándulas, pensamientos etc. tampoco son casuales. Son manifestaciones orgánicas vivas a través de las cuales un macroser está en condiciones de mantener su experimentación de la vida, del mismo modo que nuestro organismo es un instrumento por medio del cual estamos en condiciones de experimentar la vida. Nuestra experimentación de la vida es, por consiguiente, una relación muy íntima con los tres hechos imborrables: microcosmos, mesocosmos y macrocosmos.


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