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| Cómo se ve que cada ser está bajo la protección de una providencia y cosecha lo que ha sembrado | 2020. Como hemos dicho, nuestro organismo es un universo para miríadas de pequeños seres vivos. Cuando sentimos dolor y sufrimiento en nuestro organismo, estos pequeños seres están en peligro de muerte. Su angustia, dolor y sufrimiento son comunicados, a través de los microseres de nuestros nervios, a nuestro cerebro, tras lo cual tomamos medidas para subsanar el mal. Pero la curación de las áreas enfermas significa un restablecimiento de las condiciones normales y saludables en estas áreas. De este modo, nos convertimos en un ser protector, en una providencia para nuestros microseres. Si destruimos las condiciones de vida normales para los microseres de nuestro organismo y, con ello, nuestro propio vigor, entonces llevamos todo nuestro organismo físico a la ruina. Para gozar de salud y bienestar, es una condición vital que el macroser cree, precisamente, esta salud y este bienestar para los microseres de su propio organismo. De este modo, cada ser vivo se convierte en un protector de los microseres de su organismo. Aquí se muestra como un hecho que cada ser vivo está bajo la protección de una providencia. Pero aquí también entra en juego el principio del destino. La protección que no damos a los microseres de nuestro propio organismo, no podemos esperar recibirla del macroser en cuyo organismo nosotros mismos somos microseres. Aquí también está vigente que el grado de protección, el grado de buen o mal entorno natural, que damos a los microseres de nuestro propio organismo viviendo sanamente y teniendo pensamientos sanos o en contacto con las leyes de la vida, nos será asignado finalmente por nuestro propio entorno cotidiano y nuestras condiciones de vida. Aquí también está vigente en sumo grado que lo que un hombre siembre cosechará. |
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