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Cuando el ser ha cosechado la oscuridad que ha sembrado, comprende a Cristo y el amor al prójimo  2012. Que un ser así no es, naturalmente, apto para vivir en el dominio de la paz, o entre seres que ya han terminado con su destino de guerra y desdichas, se da por descontado. Por consiguiente, no puede experimentar el verdadero dominio de la paz o paraíso en su vida terrena material. Primero tiene que cosechar lo que tan ampliamente ha sembrado. Tras esta cosecha, su falta de experiencias se ha subsanado. Entonces sabe que el fruto de la luz es el amor absoluto a todo y a todos, y que el propio modo de actuar tiene que ponerse, lo más rápidamente posible, en contacto con él. Entonces comprende totalmente a Cristo y sabe que eso del amor al prójimo no es parloteo despreciable, sino que este estado mental es el cumplimiento total de todas las leyes y, por lo tanto, es la condición para liberarse de todo lo que conduce al primitivismo y a las desviaciones de la experimentación normal y humana de la vida o de ser «uno con el Padre».


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