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«Los judíos», el pueblo elegido de Dios significa aspirantes a la segunda venida de Cristo o al gran nacimiento  1983. Lo precedente es un simbolismo excelente de la casa del Padre. Y nosotros también utilizaremos esta división que dicha casa tenía en forma del tabernáculo. Ya nos encontramos en «el atrio interior» al que sólo tenían acceso los judíos. A este atrio lo hemos denominado el vestíbulo de Dios. Y a la atmósfera de aquí la hemos experimentado como la vivificante profusión de luz divina del día de verano. En un sentido cósmico, «los judíos» son el símbolo o la manifestación del «pueblo elegido de Dios». Por «pueblo elegido de Dios» hay que entender los seres que han pasado el dominio de la fe religiosa, la zona de la oscuridad, seres para quienes la guerra y el materialismo hace tiempo que son estadios sobrepasados, y que sólo viven para encontrar a Dios como un hecho absolutamente real. Todos los seres que, alrededor del mundo, hoy no quieren tener nada que ver con la guerra, no quieren participar en la matanza y el asesinato de otros seres, sino que buscan la ciencia del espíritu, la conciencia o conocimiento cósmico, etc., representan, de este modo, lo que en sentido cósmico se oculta bajo el concepto «judíos», con total independencia de que sean o no judíos de nacimiento o de origen. El concepto «judíos» significa, así pues, algo muy distinto y más elevado que un concepto de nacionalidad. Expresa «el pueblo elegido de Dios», es decir, a los seres, que acabamos de nombrar como aquellos que buscan a la Divinidad, el humanitarismo o amor al prójimo, la sabiduría o el espíritu santo y que, con ello, comienzan a tener el modo de ser de Cristo o ser «el linaje en el que serán bendecidos todos los pueblos de la Tierra». Del mismo modo que Cristo nació en el pueblo judío, la mentalidad de Cristo está ahora a punto de nacer en el citado «pueblo elegido». Estos hombres son los que pueblan «el atrio interior» o «vestíbulo» de Dios. Pronto les tocará el turno de experimentar su propio origen divino como hijos de Dios, como un ser eternamente inmortal, como el ser que llegará a ser uno con el Padre. Todos son aspirantes a experimentar «la segunda venida de Cristo», es decir, «el gran nacimiento».


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