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El hijo de Dios es recibido por el Padre con una iniciación en la cual se convierte en el señor del espacio y el tiempo y, así, experimenta su propia inmortalidad  1981. Sólo los pensamientos tienen edad, espacio y tiempo, pero el origen de los pensamientos, es decir, «el pensador» está, de este modo, por encima del espacio y el tiempo, dado que el pensamiento o el espacio y el tiempo son creados por él. Por lo tanto, tiene que existir en un plano o zona que por sí no tiene nada que ver con el espacio y el tiempo. Pero un plano o zona así lo vemos surgir donde el espacio y el tiempo se esfuman en forma de la eternidad y el infinito. Esta eternidad y este infinito se nos muestran en todas partes y en todas las cosas, tanto en el microcosmos como en el macrocosmos. Donde comienza el infinito, sólo queda el análisis «algo que es». Como no hay ningún fenómeno creado que no conste de dos mitades, y, así mismo, tampoco hay ninguna mitad que, a su vez, no conste de dos mitades, y así continuando sin que jamás podamos llegar al cese de este principio, entramos directamente en la eternidad. Cuando, por ejemplo, un guisante mide 5 milímetros de diámetro, y el diámetro del Sol mide millares y millares de veces este tamaño, decimos que el Sol es mucho más grande que el guisante. Pero como el guisante puede dividirse en dos mitades, y cada mitad de nuevo en dos mitades, y así continuando al infinito, dado que jamás podemos llegar a una mitad tan pequeña que no conste de dos mitades, aquí llegamos al infinito. Como el Sol es, del mismo modo, infinito en su división, su tamaño también es infinito. El tamaño del guisante es, por consiguiente, como el del Sol, y el tamaño del Sol es como el del guisante. ¿Qué significan, entonces, los 5 milímetros del guisante y los millares y millares del tamaño del Sol? ¿No son ambos tamaños simplemente una ilusión, del mismo modo que la relación entre los tamaños recíprocos de los detalles de un campo sensorial físico es ilusión debido al principio de perspectiva? Los detalles lejanos de la periferia de un campo sensorial aparecen en miniatura en relación con los detalles del centro del mismo campo sensorial. Aquí los detalles, aunque eventualmente sean menores que los detalles de la periferia, se verán, sin embargo, mucho más grandes que estos últimos. En una imagen de percepción física, el verdadero tamaño de las cosas no será el preponderante, sino, al contrario, un tamaño creado por el principio de perspectiva. Para que una cosa se perciba, tiene que estar subordinada a este principio. Desde un punto de vista cósmico, todos los conceptos de tamaño, todos los detalles de la percepción se descomponen, de este modo, en el infinito. Como cada tamaño contiene en sí el infinito, no tiene, en realidad, ningún tamaño. Pero una cosa que no tiene ningún tamaño, pero sin embargo existe, sólo puede constituir «algo que es», lo cual quiere, a su vez, decir que aquí hemos llegado al análisis del yo como la última causa o el absolutamente verdadero «algo» tras el mundo en las dimensiones de espacio y tiempo. El infinito o la eternidad son, de este modo, idénticos al yo, dado que éste tiene el mismo análisis. Cada ser vivo es, así pues, idéntico al infinito y a la eternidad. Es, por lo tanto, «un algo eternamente existente». Imaginen que acogida tan divina y paternal se le da al hijo de Dios en el vestíbulo de la casa del Padre. Después de que el hijo de Dios ha penetrado en la maravillosa atmósfera de este vestíbulo de la Divinidad en forma del resplandor o lado luminoso del mundo físico de un día de verano, es recibido aquí con una profusión de luz mental divina, en virtud de la cual experimentamos nuestra propia inmortalidad y nuestra aparición como señores del espacio y el tiempo.


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