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(1939-2395) 
 
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La reencarnación evoluciona en dirección a poder tener lugar por medio de materialización y desmaterialización, liberándose así del nacimiento y muerte mamíferos  1969. Este estado ha llegado a ser perfecto en el ser animal. Aquí culmina el principio de la reencarnación. Aquí se despliega la reencarnación total. Aquí el reemplazo del organismo es total. Aquí el talento para la reencarnación origina una existencia física independiente y una existencia espiritual independiente. Tal como hemos visto, en la región de la planta la reencarnación sólo es parcial, y el reemplazo de la raíz y el tronco es algo que es efectuado en parte por los ciclos exteriores del año y en parte por un incipiente talento orgánico interior para la creación del reemplazo independiente del organismo. En los animales y los hombres, es decir, en los seres animales, la reencarnación ya no tiene lugar parcialmente. Aquí se trata solamente de una reencarnación o reemplazo total del organismo. El ser deja completamente el mundo físico cuando pierde su organismo físico. Y por lo que respecta a la conciencia diurna, abandona el mundo espiritual cuando se encarna en el organismo físico. Sólo en los últimos y más evolucionados estadios de su encarnación en la materia física puede llevarse consigo la conciencia diurna espiritual a la zona material o física. Esto sucede en toda su plenitud con el gran nacimiento o iniciación. Pero aquí el principio de la reencarnación también se está deteriorando o está disminuyendo en el mismo grado en que, precisamente, la conciencia diurna espiritual penetra en el cerebro físico. Y la encarnación o manifestación del ser en materia física se vuelve cada vez más etérica. El organismo físico va estando gradualmente tan penetrado por materia espiritual que, en este estado, la reencarnación tiene lugar de modo que el propio ser dirige su voluntad en estado de conciencia diurna. Es esta forma de reencarnación la que ahora ya se desarrolla en las denominadas sesiones de materialización. Por consiguiente, el ser se reencarnará sin los nacimientos animales o mamíferos, en los que la mujer da a luz a sus hijos con dolor. Esta reencarnación se convierte en una experiencia divina, despierta de la que el cerebro tiene conciencia, en la que el ser, por así decirlo, nace adulto o acabado y no tiene que atravesar las repeticiones drásticas que se manifiestan en forma del estado fetal en el útero y del consiguiente estado indefenso, que llamamos infancia, en el mundo físico. Esto es el gran privilegio del verdadero reino humano, que permite que los seres experimenten aquí, en la zona física, el reino de los cielos o la culminación de la luz en el plano material, del mismo modo que han experimentado la culminación de la oscuridad a través del reino animal o regiones del principio mortífero. Posteriormente trataremos de la parte del reino de Dios que, de este modo, se desplegará hasta la perfección por los continentes terrenos.


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