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Lo que el ciclo del día puede hacer y no puede hacer en la evolución de la facultad de reencarnación del ser  1965. Pero el sueño sólo es un estadio en la creación de la reencarnación perfecta. No tiene solamente que crearse un estado de sueño en el que el ser aún esté conectado a su organismo físico y al mundo físico. También tiene que crearse un estado en el que el ser pueda, precisamente, liberarse totalmente de su organismo físico y la correspondiente materia y, de este modo, convertirse de nuevo en un espíritu en su forma más pura. Esta liberación de la materia física quiere decir aquí liberación del organismo físico que, gradualmente, se ha ido creando y que, mientras el espíritu esté encarnado en él, es algo de su vida. Pero dado que una conexión así a la materia física y, por consiguiente, al mundo físico se ha convertido en algo de la vida del ser, perderá algo de esta vida con su liberación de la materia física. A esta pérdida de vida física la conocemos como la muerte física. Por consiguiente, la muerte física no es, como el sueño, simplemente una debilitación de la experimentación física, sino un cese total o permanente de esta experimentación. Para que un cese así pudiera desarrollarse de manera natural y tener lugar como formando parte de la experimentación normal de la vida del ser, la naturaleza tenía que mostrar una influencia más drástica que la que desarrolló la facultad de dormir o una media falta de conciencia en las materias físicas u organismos. El ciclo del día no es, así pues, lo suficientemente fuerte para poder producir la liberación total o la falta total de conciencia en la zona material. Para ello es necesario un ciclo con un cambio mucho mayor. ¿Por qué tiene, precisamente, que ser un ciclo? Tiene que serlo, porque, tal como la naturaleza lo ha formado, un ciclo es una culminación de luz y oscuridad. La luz despierta y estimula la facultad de experimentar la vida, mientras la oscuridad la frena y debilita. La luz crea nacimiento, mientras la oscuridad crea muerte. Hemos visto que la influencia de la luz y oscuridad del ciclo del día, es decir, el día y la noche respectivamente, no es tan fuerte que pueda hacer que el ser despierte de una manera totalmente perfecta para poder hacer una experiencia perfecta de la vida en la zona material, del mismo modo que tampoco puede liberar al ser de la materia física y hacer de él un ser totalmente carente de conciencia. El ciclo del día sólo puede alzar la conciencia diurna despierta del ser a un estadio de percepción vaga y su conciencia nocturna a un estadio de sueño. Esto quiere decir, a su vez, que el ciclo del día sólo puede elevar la experimentación de la vida a una conciencia diurna medio despierta y una conciencia nocturna medio inconsciente. Este estado es altamente necesario, pero es igual de necesario que periódicamente pueda ser llevado a su cese. Es necesario que la experimentación de la vida pueda ser llevada a su culminación en la zona material, del mismo modo que es necesario que esta misma experimentación pueda ser llevada a mantenerse en equilibrio con una falta absoluta de conciencia igual de culminante. Vida y muerte tienen, de este modo, que ser llevadas a un estado de manifestación mucho más fuerte que el que está en vigor en el ser planta. Imagínense, si sólo hubiera el ciclo del día, la conciencia jamás habría podido superar el estadio de percepción vaga de la planta. Animales y hombres no habrían llegado nunca a existir. Por lo tanto, estamos presenciando otro ciclo con una actividad mucho mayor, a saber, el ciclo del año.


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