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Origen de la facultad de dormir y la reencarnación en su estado incipiente o inacabado  1963. En el reino vegetal vemos la primera incipiente forma de vida con conciencia diurna despierta. A esta vida la conocemos como «percepción vaga». La única experiencia física con conciencia diurna despierta de la planta sólo consiste, por consiguiente, en poder percibir vagamente placer y malestar, pero sin analizarlos en absoluto. No sabe qué clase de placer o malestar experimenta. No conoce su análisis. Pero sus primeras reacciones frente a esto son una atracción por las experiencias agradables, lo cual quiere decir hacia la luz y el calor, mientras que es repelida por las experiencias desagradables, o sea, la oscuridad y el frío. Dentro de la experimentación del placer existen las fuerzas que condicionan la experimentación que hace la planta de la vida física, del mismo modo que, dentro de la experimentación del malestar, existen todas las fuerzas que son mortíferas o frenan la experimentación de la planta en la zona física. Por medio del ciclo de las veinticuatro horas o el día y la noche se crea la primera experiencia débil de contraste de la planta. A través de la influencia del día y la noche, entran los primeros contrastes en la facultad de experimentar de la planta. Experimenta en la época de luz (el día) y en la época de oscuridad (la noche). Mientras la planta en la época de luz o día, que también significa época de calor, se despliega y crece, en la noche, que significa época de frío, no se despliega, sino que se envuelve en sí misma, se encierra y, de este modo, le ofrece una especie de resistencia al frío de la noche, a la muerte o destrucción. En estas «estaciones del año» del ciclo de las veinticuatro horas, el día y la noche, se estimula la primera e incipiente forma de reencarnación. De día, con la luz y el calor del sol, que son fuerzas vitales para la vida física de la planta, se estimula esta vida. La incipiente conciencia diurna de la planta es, de este modo, estimulada en la zona física por medio de la luz y el calor del día, mientras por la noche, cuando la luz y el calor se han retraído y, por consiguiente, domina el frío de la noche, disminuyen las condiciones para que el estado de conciencia diurna penetre en la zona material. Por lo tanto, surge un primer e incipiente ritmo en la experimentación de la vida del ser. Su conciencia física diurna despierta (facultad de percibir vagamente) es, así pues, reforzada durante el día y disminuida por la noche. Esta forma de reencarnación o ritmo vital no es tan prominente que pueda dar lugar a una total falta de conciencia física, es decir, una separación total del yo y la supraconciencia y la subconciencia del ser con respecto al organismo de la planta, de modo que ésta muera. Aquí la experimentación de la vida no es, de este modo, interrumpida por el freno de la noche, sino solamente debilitada en parte. Como, en contraposición con esto, la experimentación de la vida de la planta es reforzada por la luz y el calor del día, la experimentación de la vida de la planta es, por ello, un estado cambiante entre un forzar y un frenar. El ser es llevado cada día por la naturaleza a un estado de fuerte experimentación, que es seguido por un estado de experimentación débil. Este estado de experimentación débil no significa, por lo tanto, la muerte física, sino que, al contrario, sólo es la primera forma de la falta de conciencia normal que llamamos «sueño». En el plegamiento de las hojas de la planta, producido por el frío de la noche, vemos las primeras formas débiles de sueño. Este estado cambiante de conciencia de la planta es la reencarnación o vida y muerte en su primer incipiente comienzo. Así vemos cómo por medio de la naturaleza Dios le da al ser vivo la facultad de velar y dormir.


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