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Cuando el ser basa su modo de ser cotidiano en una lógica que no se ajusta a la lógica del plan del universo  1957. En el ámbito de la vida cotidiana hay miles y miles de campos en los que los seres actúan de manera lógica y, sin embargo, reciben a cambio un estado desdichado. Esto es porque esta lógica sólo abarca un campo local, aislado de la lógica del universo. En virtud de su aislamiento y falta de armonía con la lógica del universo, tarde o temprano llega a una ruptura con ella, porque ningún campo local puede a la larga existir sin estar en contacto con la lógica del universo. Por lo tanto, lo que se construye a base de lógica local, sin ajustarse a la lógica del universo, es decir: lo que está en conflicto con la ley del amor o bienestar del macroorganismo (el organismo de Dios), se encontrará inevitablemente con una mayor o menor catástrofe, ya sea en el modo de ser o bien en la creación física. Pero ambos casos sirven para darle un destino desdichado a quien usó la lógica equivocada. Cuando un ladrón desea robar en alguna oficina, tiene que planearlo de antemano si quiere tener éxito. Lo planea lógicamente, incluso tan perfectamente que el ataque a la caja fuerte o de caudales tiene éxito total. Aparentemente, el ladrón jamás es descubierto. Y aquí tenemos el presunto «delito perfecto». Pero, incluso en un caso tan afortunado, el ladrón no evita su destino. Su modo de actuar, al igual que el modo de actuar de otros seres similares, es un puro sabotaje de la cultura u orden social perfectos, dado que la lógica a través de la cual el delito tuvo éxito sólo era una lógica local que no se ajustaba a la lógica del universo y, por lo tanto, al bienestar y salud del macroorganismo. Es por esto que tenía, necesariamente, que llegar un momento en el que el acontecimiento tenía que entrar en conflicto con su entorno. En el bienestar del macroorganismo surge, debido a esto, un malestar. Y donde el macroyo (la Divinidad) sienta la molestia en su organismo la combatirá. Y el ser se encontrará entonces en lucha con la propia Divinidad. Pero luchar contra la Divinidad es lo mismo que luchar contra el Sol y la Luna. Y entonces el ser ya no está en contacto con la voluntad de Dios. Tiene su propia voluntad y la consiguiente lógica local que lo lleva cada vez más a una lucha contra la naturaleza y el entorno, contra el macroyo dominante o la Divinidad. Es natural que tenga que sucumbir ante una fuerza tan gigantesca. En el peor de los casos, el resultado final es inalterablemente la mutilación, invalidez y, a veces, una muerte no natural del ser, lo cual da también una invalidez mental o espiritual, fenómenos que, a su vez, dan conjuntamente lugar a lo que llamamos «un destino desdichado».


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