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Impulsos de pensamiento y el mundo espiritual  1950. ¿Por qué es, entonces, necesario que seres espirituales que viven en la luz, que viven en hermosas materias etéreas desciendan y se encarnen en materias pesadas y bastas, tengan que vivir en carne y sangre, tengan que trabajar en piedra y acero, de hecho, expresar directamente sus pensamientos en mármol y granito? ¿Por qué tienen que descender los seres y vivir en materias compuestas exclusivamente de microindividuos animales vivos con conciencia diurna despierta que pueden pensar, actuar, sentir y percibir, y cuya vida y salud, alegría de vivir y bienestar son afectados, en muy alto grado, por las manifestaciones y actos del macroser, sus hábitos con respecto a la comida y bebida, sus estados de ánimo y hábitos de pensamiento, su amor y odio hacia sus seres mesocósmicos? Para comprender esto totalmente, hay que recordar que todo pensamiento tiene lugar por medio de impulsos que el yo origina a través de su supraconciencia. Estos impulsos sólo son por sí mismos impulsos de energía corrientes. En su estado primero no constituyen ninguna forma de pensamiento. El yo sólo está en condiciones de sujetar la materia espiritual circundante tras una organización elaborada de estos impulsos. Por medio de la conexión más o menos fuerte, más corta o más larga de estos impulsos con esta materia, dicha materia adquiere, de modo correspondiente, formas más o menos estables, más cortas o más largas. Estas formas de la materia espiritual, surgidas y sujetadas por los impulsos del pensamiento del yo, constituyen las primeras manifestaciones de vida para el entorno del yo en esta zona de existencia formada por la materia espiritual. A esta zona la llamamos «el mundo espiritual».


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