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(1591-1938) 
 
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El ciclo del principio masculino y femenino requiere dos ciclos cósmicos de espiral para su despliegue total  1937. Tras esta igualdad o equilibrio de los polos, el individuo camina a través del verdadero reino humano, el reino de la sabiduría, el mundo divino, el reino de la bienaventuranza y entra en el reino vegetal en estado bipolar. Pero en el reino vegetal tiene otra vez lugar «la creación de Eva», que significa que el polo que en el anterior ciclo cósmico de espiral era el ordinario del ser aquí comienza a detenerse. El polo que condicionaba que el ser fuera de sexo masculino en el reino animal de esta espiral comienza ahora a detenerse, se convierte en latente, mientras que al polo que estaba latente en este reino se le da, al contrario, la libertad de crecer. Esto significa, por consiguiente, que el ser aquí cambia de sexo. Si el polo masculino estaba latente en el ser en el ciclo de espiral anterior, era el polo femenino el que, por lo tanto, era el primario o principal, y el ser era de sexo femenino. Como ahora, en el nuevo ciclo de espiral, este polo se detiene y el polo contrario se convierte en el primario o principal, en el nuevo ciclo de espiral el ser se convierte en ser de sexo masculino. Este estado sexual que condiciona la culminación de la oscuridad continúa desde el reino vegetal y entra en el reino animal, donde culmina para degenerar en el hombre terreno. Y, tras esta degeneración, el ser se convierte de nuevo en bipolar, con lo cual la luz suprema encuentra de nuevo condiciones para llegar a culminar en su conciencia. Esta incipiente bipolaridad en el reino animal es lo que modifica al ser de animal en hombre terreno. Donde el polo latente comienza a desarrollarse tiene lugar la transformación. De este modo, con este polo comienza la conciencia humana en el animal. Y el ser, en esta época transformadora, hasta que la transformación se ha consumado y alcanza el gran nacimiento y la consiguiente conciencia cósmica, es un representante del presunto «mal» y del presunto «bien». Como se desprende de lo que antecede, el punto de equilibrio del fuego supremo o culminación perfecta, es decir, un despliegue igual de los dos polos, requiere dos zonas del ciclo cósmico de espiral. El ser no puede, por consiguiente, experimentar de un modo normal y perfecto la culminación de ser de sexo masculino y de sexo femenino en un ciclo cósmico. Puede experimentar la culminación de ser uno de los sexos y, así mismo, la culminación de la bipolaridad en un ciclo cósmico de espiral, pero sólo experimenta en la próxima espiral la culminación de ser del sexo contrario. Los seres que en esta espiral son de sexo masculino serán, por lo tanto, de sexo femenino en la siguiente, del mismo modo que los que hoy son de sexo femenino serán de sexo masculino en dicha espiral futura. Es un error creer que de una vida física a otra se puede ser alternativamente hombre y mujer. Ambas manifestaciones exigen tener tras sí una larga época evolutiva. El masculinismo y el feminismo son estados geniales, son productos orgánicos basados en talentos entrenados, del mismo modo que todas las demás funciones de la vida del organismo del ser o regiones corporales. Al igual que no se puede cambiar el sistema respiratorio, el sistema digestivo, el sistema cardiovascular, etc. de una vida a otra, tampoco se pueden cambiar de manera normal los órganos sexuales o genitales y sus funciones con nuevos métodos de despliegue y nuevas disposiciones. Sólo cumpliendo la ley que rige el principio eterno del ciclo puede revelarse la posibilidad de cualquier cambio en la manifestación, la creación y la manera de experimentar.


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