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El instinto sexual unipolar  1919. Con respecto al clímax del acto sexual, este acto es la mayor sensación existente, de hecho, es la mismísima culminación de sensación de placer o bienaventuranza. En los seres planta este acto todavía es una sensación de placer no consciente y débil, que se desencadena automáticamente en la débil existencia fetal, física de la planta conducida por el instinto. En las especies de animales inferiores, el instinto sexual evoluciona más y más en dirección a ser un deseo automático, periódico que exige satisfacción, como el hambre de comida y bebida. Pero esta satisfacción es lo más fundamental y, como ya hemos dicho, es el mayor placer en la experimentación de la vida del ser. La facultad física de reproducción del animal está automáticamente ligada a este deseo. Reside en un conjunto de órganos, a través de cuya función glandular se producen las materias y secreciones estimuladoras de vida. En el animal, esta fuerza instintiva que da lugar a hambre y saciedad es mantenida o estimulada de manera puramente automática por medio del deseo sexual producido a través de los órganos sexuales. Este deseo se percibe como un anhelo de una especial sensación de placer o un disfrute de bienaventuranza. Este disfrute de placer o bienaventuranza sólo puede conseguirse aquí por medio de un contacto con un ser de sexo contrario, y se trata de la sexualidad unipolar. Como el principio masculino es aquí el dominante, los seres de sexo masculino son los que dominan y aquellos en los que la fuerza instintiva se presenta de manera más activa. Con la función de las glándulas sexuales, en el ser de sexo masculino se desarrolla un deseo irresistible de un contacto sexual con un ser de sexo femenino o una atracción irreprimible hacia este ser. Cuando tiene la suerte de alcanzar este contacto con un ser de sexo femenino, que normalmente está lleno del correspondiente deseo de un contacto sexual con un ser de sexo masculino, este contacto produce una sensación sin precedentes. Es una culminación de bienestar, no sólo puramente corporal, sino también anímico. El ser es envuelto en un estado emocional luminoso culminante, hasta que el contacto sexual físico, mutuo ha provocado una saciedad suficiente del hambre sexual que dio lugar al acto.


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