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| Las autoridades judiciales y las exigencias sexuales de los seres | 1911. Si el confinamiento y el alejamiento de este sexo ha durado demasiados años, y, de este modo, los seres se han debilitado sexualmente y ya no pueden llevar a cabo el acto natural con la pareja de sexo contrario, continuarán con el onanismo o acto artificial que, en esta situación, no siempre puede decirse que esté libre de desviaciones y, por consiguiente, sea antinatural. Todas las autoridades gobernantes y legisladoras deberían tener en cuenta esta situación, cuando juzgan y condenan a algunos hombres. Una condena por lo que se denomina un «delito» no tendría de ninguna manera que ser de una naturaleza tal que contribuyera a destrozar al preso o delincuente en su parte anímica más delicada y hacer de él un ser anormal anímica o psíquicamente. Cualquier desviación, por pequeña que sea, de la línea de la evolución sexual normal no puede dejar de crear anormalidad, y los métodos usados por la sociedad para mantener la moral y asentar la ley, dan lugar a un castigo que, además de la privación de libertad y la vida de prisionero, también ata a los seres a un estado que, directamente, los conduce a perversidades y relaciones psíquicas enfermizas, debido a las cuales se destrozan, en mayor o menor grado, anímicamente. Los delitos tienen su origen en el primitivismo. Pero el primitivismo no es un asunto que hay que castigar. A lo sumo es un asunto de evolución. Pero al hombre no se le hace evolucionar o se le quita su primitivismo encerrándolo en una situación en la que, incluso, sufre daño en su alma o psique al excluirlo del máximo alimento para su salud: la satisfacción natural de su necesidad sexual. Que esta castración mental es la puerta a toda una serie de desviaciones sexuales, sólo es lo que a través de la ciencia del espíritu se muestra como algo natural. |
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