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(1591-1938) 
 
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El hombre-K crea en la Tierra el amor al prójimo y el reino de los cielos perfecto y es «la imagen de Dios» acabada  1908. Y sólo cuando el cuerpo físico actual unipolar del hombre terreno se ha transformado en el instrumento para la culminación del acto físico de la sexualidad bipolar, el reino humano o «reino de los cielos» acabado o perfecto existe, no sólo de forma psíquica o espiritual, sino también de una forma puramente física en los terrenos de la Tierra. La humanidad terrena comienza entonces a estar formada por individuos que orgánicamente están creados al cien por cien para amarse mutuamente. El amor al prójimo ya no es un acto de voluntad obligado, que se desencadena por temor a un purgatorio o un infierno, sino que es un producto orgánico que se desencadena prescindiendo de la voluntad y que, en contacto cósmico químico armonioso con el intelectualismo del ser (inteligencia e intuición), dirige la voluntad. Entonces el amor al prójimo ya no es nada que se desencadena laboriosamente según las prescripciones de otros, sino que es una función natural de la conciencia, del mismo modo que la función cardiaca, la vista o el oído u otras funciones orgánicas. El amor al prójimo ya no es nada que uno tiene que adquirir con entrenamiento e imitando cómo otros viven en conformidad con las prescripciones morales. Es un fuego vivo que flamea desde las mayores profundidades de nuestro propio interior. Y su objeto y alimento ordinario son todos los seres vivos. El objeto de su culminación es cualquier prójimo bipolar. Uno ama a todos tal como se ama a sí mismo. El fuego eterno, supremo que a través de la unipolaridad hizo de nosotros animales salvajes rugiendo, matando y asesinando, ahora, a través de la bipolaridad, nos ha transformado en soles de amor de la resplandeciente aureola de Dios, en soles radiantes, luminosos y llenos de afecto. Orgánicamente despiertos, con conciencia diurna, se nos ha ubicado junto al Padre eterno. A través de nosotros Dios planta su propia vida suprema en todos los otros seres vivos. Como ya hemos mencionado anteriormente, nos hemos convertido en uno con el camino, la verdad y la vida. Somos la Providencia, la justicia y el amor. Somos lo vivo en lo vivo. Hace tiempo que hemos pasado por el reino de los muertos. Somos la luz y el resplandor de Dios en el universo, el espacio y el tiempo. Nuestra identidad es la eternidad y el infinito. En verdad, nos hemos convertido en dioses en la Tierra. La imagen de Dios resplandece a través de nuestros cerebros y nuestros nervios. Esta imagen alumbra y da calor en nuestra carne y nuestra sangre, en nuestro pensamiento y voluntad. En nosotros todos encuentran a Dios, en el que todos vivimos, nos movemos y somos.


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