Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(1591-1938) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

El hombre-J acabado psíquicamente u «hombre-dios»  1903. El hombre-J acabado psíquicamente es, por consiguiente, un ser cuya disposición para la simpatía o estructura sexual ha llegado a un estadio, en virtud del cual esta estructura lleva al individuo, de una manera puramente orgánica, sexual, a poder amar a su prójimo como a sí mismo. Su estructura polar ha hecho de él un ser soberano. Ya no es un ser cuya simpatía sólo puede ser activada por el sexo contrario. Ya no es un «hombre» y, por lo tanto, no está atado a los deseos cuya satisfacción es una condición vital para un ser sexual así. Como tampoco es una «mujer», también está, por consiguiente, aquí totalmente libre de los deseos cuya satisfacción es una condición vital para esta especie de seres sexuales. En la esfera de vida del hombre-J perfecto: el reino humano totalmente perfecto, las dos clases de seres, «mujeres» y «hombres», no existen. Aquí sólo hay una clase de seres, a saber, «el hombre» y «la mujer» transformados en una bipolaridad sexual totalmente evolucionada. En este nuevo ser bipolar el principio masculino y femenino se han fusionado en una unidad armoniosa. Se han convertido en dos grandes factores de conciencia reguladores en la psique del ser en cuestión. Ahora puede reaccionar a la perfección tanto masculina como femeninamente y se diferencia, de este modo, del ser unipolar. Este último ser sólo puede reaccionar a la perfección como unipolar, porque uno de sus polos todavía está más o menos inacabado y, por lo tanto, todavía es en grado correspondiente un factor no consciente en su psique. Sólo tiene conciencia diurna despierta en su polo ordinario o aquel por medio del cual experimenta la vida. Como ya sabemos, para «el hombre» el fundamento de la experimentación de la vida es el polo masculino, y para «la mujer» el femenino. Pero para el hombre-J, acabado psíquicamente, el gran fundamento de la experimentación de la vida es tanto el polo femenino como el masculino en un trabajo de colaboración orgánica mutua en hermosa armonía. Como estos dos grandes factores de experimentación de la vida, de acuerdo con las leyes del principio del ciclo de espiral, llevan en una época determinada al individuo a experimentar la vida en virtud de estos dos polos dispuestos en una unidad orgánica o hechos un órgano, en virtud de las facultades de este órgano, adquiere dicho individuo la facultad de experimentar con la misma conciencia diurna despierta en la zona del universo de estos dos grandes polos. Es igual de consciente tanto del lado femenino como del masculino de la estructura del cosmos o universo. Esto significa, a su vez, que el ser es tan consciente de la oscuridad como de la luz y es, así mismo, tan consciente de la luz como de la oscuridad. Es en virtud de esto que ve a través del misterio de la vida o el enigma del universo y ve todas sus soluciones con clarividencia cósmica. Se ha convertido en señor de todos los contrastes del universo o de la vida. Domina tanto la luz como la oscuridad. De este modo, puede experimentar la culminación de la vida y, en virtud de su dominio con conciencia despierta diurna de todos los contrastes, en todo lo que hace crea con genialidad culminante. Llega a la culminación de la perfección absoluta. Un ser, para el que la vida ya no es ningún misterio, es tan semejante a la Divinidad como es posible. Cuando este ser tiene, en virtud de su conocimiento y de su soberanía sobre todos los contrastes, la facultad de crear de un modo al cien por cien perfecto o exacto según la misma lógica que la Divinidad, y en virtud de esta perfección sus producciones son, de modo correspondiente, al cien por cien para alegría y bendición del entorno, entonces este ser es la cima de la revelación del propio Dios, vivificado por el agua y el espíritu, o el modo de ser de Dios revelado en carne, sangre y conciencia.
      Por consiguiente, no hay ninguna diferencia en el principio que rige la experimentación y creación de este ser y la experimentación y creación de la Divinidad. La única diferencia que hay entre estas dos revelaciones o manifestaciones de vida es únicamente que uno de estos dos seres descansa totalmente en el otro. En el uno vive, se mueve y es el otro. Y aquí tenemos la más profunda causa de los conceptos «Dios» e «hijo de Dios». El ser en el que el otro descansa es, de este modo, la Divinidad, mientras el ser que descansa en esta Divinidad es el hijo de Dios. Por ambos seres fluye el mismo conocimiento, la misma bienaventuranza, la misma felicidad y alegría, pero por lo que respecta a su conciencia diurna despierta, están directamente el uno frente al otro. El hijo de Dios es aquí uno con Dios, y Dios es uno con el hijo de Dios. Este ser que, de este modo, descansa directa y conscientemente en la Divinidad es mental o psíquicamente el hombre acabado a imagen de Dios o el verdadero «hombre-dios».


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.