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(1591-1938) 
 
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Acerca de la transformación sexual de la unipolaridad a la bipolaridad  1900. Pero aunque la estructura sexual del hombre-I esté tan avanzada en su evolución que, en virtud de la ciencia del espíritu o el conocimiento cósmico que ahora se ha manifestado y es accesible en la Tierra, este hombre aparezca como incipiente hombre-J, dicha estructura sexual todavía está lejos de estar acabada en la Tierra. Aún pasarán cientos y cientos de años antes de que el apetito sexual desinteresado y noble del hombre-J pueda darle a este hombre un clímax culminante tan perfecto como el que la sexualidad unipolar en su forma más pura puede darle al ser unipolar. Pero, como ya sabemos, esta última forma de clímax degenera al mismo tiempo que el polo contrario evoluciona en el individuo. Esta degeneración se experimenta como una especie de sensación de saciedad o empacho sexual. Y con esta saciedad disminuye la atracción hacia el clímax unipolar. Al mismo tiempo que la atracción hacia el acto sexual unipolar o denominado «normal» entre dos seres de sexo contrario se debilita o disminuye, surge el apetito, deseo o anhelo de un cambio en la experiencia sexual. El deseo o anhelo de un clímax sexual no disminuye, aunque la estructura sexual cambie. El debilitamiento sólo se refiere al anhelo o atracción con respecto al acto que ha sido ordinario o normal a lo largo de milenios. Esta nueva atracción no es hacia los seres de sexo contrario. De lo que el ser está saciado es, claro está, del deseo de poseer a estos seres. Cuando los seres de sexo contrario no son el objeto de la nueva atracción sexual, el objeto sólo puede ser los otros seres de la raza o especie. Y estos otros seres sólo pueden ser los individuos del mismo sexo que el ser. Cuando esta sensación incipiente o anhelo de acariciar a seres del propio sexo no aparece en un estadio temprano para esta forma de sexualidad, como es el caso de las desviaciones ya mencionadas, es una primera e incipiente verdadera tendencia no animal, sino humana. Es la primera débil aurora de la luz de la mentalidad verdaderamente humana. Esta luz vacila, humea y despide mal olor en las desviaciones. Está en contacto con el principio mortífero acentuándolo y produciendo dolor y sufrimiento tras haber producido vicios, perversidades u otras anormalidades psíquicas. Pero este uso de la fuerza sexual bipolar o verdaderamente «humana» es, por supuesto, en muy alto grado antinatural.


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